Capital del condado, a orillas del río Bârzava, esta ciudad de unos 58.000 habitantes tiene una larga tradición industrial y se considera desde hace tiempo un baluarte del acero. Ya en tiempos de los dacios se extraía mineral de hierro en la región. Fue aquí donde se pusieron en funcionamiento los primeros altos hornos en 1771, allanando el camino para el establecimiento de numerosas empresas metalúrgicas. Hoy en día, las dificultades a las que se enfrenta esta industria están teniendo un impacto dramático en la ciudad. El centro de la ciudad es un ejemplo típico del desarrollo urbano durante el periodo comunista, con su gran plaza (Piața 1 Decembrie 1918) adornada con una gran fuente y rodeada de bloques de hormigón. Si miras hacia la Casa de la Cultura, en la esquina de la plaza, verás detrás de los bloques una pequeña iglesia, deliberadamente ocultada por el régimen comunista. Suspendidos sobre la ciudad, los raíles metálicos del transporte son un recordatorio constante de la función económica de la ciudad. Quedan pocos vestigios históricos. El Museo de Historia (Bulevardul Republicii, 10) exhibe colecciones arqueológicas y folclóricas y recorre la historia de la industria metalúrgica local. Como puede ver, Reșița tiene muy poco que ofrecer a los turistas. Pero puede ser una puerta de entrada a la belleza salvaje de los alrededores.

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