Los mejores alojamientos Viscri

Un muy bello establecimiento lanzado en 2010 por una joven pareja cansada de la vida bucaresca. Esta casa sajona del siglo XIX ha sido completamente renovada con el mejor gusto, mezclando mobiliario tradicional y diseño contemporáneo, antigua estructura de granja y arquitectura moderna. El antiguo granero se ha convertido en un restaurante donde se sirve una excelente cocina tradicional. Se pueden organizar numerosas actividades in situ: clases de cocina con productos de la huerta, pan, cerámica, pintura sobre vidrio..

Creado bajo el mandato de Ceaușescu, este fondo apoyado por el rey Carlos trabaja para salvaguardar el patrimonio sajón de Transilvania. Entre otros proyectos, renueva casas sajonas tradicionales, transformadas en casas de huéspedes para turistas, agrupadas en la red Experience Transylvania. En Viscri, esta red ofrece varias de ellas, entre las que destacan las nº 18 y 129. Llenas de encanto sencillo, ambas combinan el confort con una decoración de estilo rústico. Disponen de cocina, pero también se puede optar por platos locales preparados por los anfitriones.

Esta casa sajona de 1934, a la entrada del pueblo, alberga una agradable casa de huéspedes. Las 4 amplias habitaciones están amuebladas con muebles de madera pintada (arcones, camas, etc.). Los huéspedes tienen acceso a una sala común de madera y a un bonito jardín con hamacas, tumbonas y una terraza cubierta alrededor del horno de pan. El propietario también ha renovado la adorable casita de estilo rumano de al lado: tiene un pequeño recibidor, un cuarto de baño y una habitación individual grande con cama doble, cuna y estufa.

Situada justo debajo de la iglesia fortificada, esta casa típica tiene una rica historia, ya que fue construida en 1851. Recientemente reformada según la más pura tradición sajona, consta de seis habitaciones y un pequeño apartamento con salón y balcón con magníficas vistas. Cabe destacar que Viscri 44 está abierto todo el año, a diferencia de la gran mayoría de los establecimientos del pueblo, que cierran en invierno. Por último, la simpática propietaria, Andreea, habla un francés casi perfecto.