CIUDAD VIEJA

Este pequeño complejo medieval de calles y plazas estrechas se puede visitar partiendo desde la elegante plaza de María Pita, presidida por el edificio del Ayuntamiento, del siglo XVIII. Subiendo por un empinado callejón se llega casi inmediatamente a la refrescante fuente de la plaza de Azcárraga, que fue en su día la plaza principal de la ciudad y que está flanqueada por importantes edificios administrativos. Denominada entonces Praza da Fariña, era la sede del mercado del grano y de los festivales públicos. En las proximidades se encuentran dos iglesias románicas: la más antigua, la de Santiago (siglo XII), tiene un portal con tan solo un cordero esculpido, una representación casi animista. Un poco más allá de la plaza se encuentra la colegiata de Santa María del Campo, llamada así porque probablemente fue construida fuera de las murallas de la ciudad. Desde el principio fue adoptada como lugar de culto por marineros y comerciantes. El convento de Santa Bárbara, a cincuenta metros, se halla al final de la agradable plazuela del mismo nombre, perfecta para mitigar el calor en las tardes de verano.

Las viejas calles conducen al romántico jardín de San Carlos, donde descansan los restos de sir John Moore, herido de muerte mientras defendía la ciudad ante las tropas napoleónicas del mariscal Soult. Al salir de este antiguo bastión, destruido por la explosión de su polvorín en el siglo XVII, no se pierda el mirador, que ofrece una magnífica vista de la bahía. Justo al lado, a un paso de la iglesia de San Francisco, se extienden los jardines de la Maestranza, que ofrecen una espléndida vista panorámica de la ría y la entrada al puerto (la bocana), dominada por la flamante torre de vigilancia marítima. En la avenida de la Marina, detrás de la Oficina de Turismo, una serie de fachadas acristaladas de casas del siglo XIX reflejan el sol poniente. Son el elemento más característico de la arquitectura de la ciudad: las galerías.