CATEDRAL

«Al final del camino, la catedral.» Tradicionalmente, los peregrinos que llegaban a la cima de la colina que dominaba Santiago desde el este y que finalmente veían la meta de su viaje, caían de rodillas y hacían una gran señal de la cruz, gritando «¡Mi dicha!». Así que es normal que esta colina se llame monte del Gozo. Luego solo les quedaban unos minutos de caminata para llegar finalmente a la catedral. Antes de entrar en ella, si no de rodillas al menos emocionados, es bueno apreciar sus múltiples fachadas. La puerta de Platerías, la más antigua, tiene un porche con doble arco románico finamente tallado, al estilo de los de Sangüesa y Leyre. A la derecha, la torre del Reloj fue erigida a finales del siglo XVII.

Sucesora de la primera basílica, construida sobre la tumba del apóstol tiempo después del descubrimiento de sus restos, y de la de Alfonso III, destruida en el año 997 por la incursión del visir musulmán de Córdoba Almanzor, la actual catedral data casi en su totalidad de los siglos XI y XII. Hacia el siglo XVIII, el rico clero de la ciudad emprendió una ambiciosa serie de grandes obras: la fachada del Obradoiro, frente al Ayuntamiento, es el mejor ejemplo de ello. Diseñada como un retablo de piedra por un arquitecto de Santiago, Fernando de Casas Novoa, esta monumental hazaña del barroco compostelano proyecta sus altas torres a casi 80 metros. La igualmente imponente escalera lleva al pie de la puerta de la Gloria, hábilmente escondida tras pesadas puertas. El libertinaje del clasicismo da paso aquí a la armonía estática del románico. Con el tema Gloria apocalíptica del Juicio Final, la ingeniosa estatuaria diseñada por el maestro Mateo a finales del siglo XII ilustra la vasta epopeya del Evangelio. Sobre todo, sirve como un manifiesto arquitectónico del románico español. Rosalía de Castro, la gran gallega de las letras, celebra la emoción: «¡Santos y apóstoles, mirad! Parece que sus labios se mueven, susurrándose el uno al otro... ¿Están vivos? ¿Serán de piedra, esos rostros que parecen tan reales, esas maravillosas túnicas, esos ojos llenos de vida?» Sobre los dos portales laterales están las dos escenas del Juicio Final y el Purgatorio. En el tímpano del portal central, un soberbio Cristo en Majestad está rodeado por los cuatro evangelistas, mientras que en la arquivolta se sientan los veinticuatro ancianos del Apocalipsis tocando música celestial. Los pedestales están cubiertos con estatuas de apóstoles y profetas. Finalmente, en el parteluz, en el fondo del Árbol de Jesé, bajo la estatua de Santiago, se ahueca la huella de una mano: aquí es donde los peregrinos han venido siempre a colocar su mano y su frente en señal de entendimiento. Por otro lado, el maestro Mateo se representa a sí mismo arrodillado ante el altar mayor. Esta estatua del «santo jorobado» tendría la virtud de dar memoria e inteligencia a quien ponga su cabeza sobre ella.

En el interior, la elevada nave otorga al templo su legendaria claridad celestial. La enorme catedral románica ha permanecido prácticamente intacta. Aquí se pueden ver muchos elementos comunes a todas las iglesias de peregrinación: un amplio deambulatorio para la circulación de los peregrinos, un triforio, o las grandes proporciones del conjunto. Es digno de admirar cómo la nave principal y el vasto transepto combinan sobriedad y majestuosidad de una manera inolvidable. El altar mayor, extrañamente una creación churrigueresca pura del siglo XVIII, está coronado por una estatua de Santiago del siglo XIII suntuosamente adornada. Por una escalera que hay detrás del altar, los peregrinos pueden ir a besar el manto del santo y abrazarlo. Bajo el altar mayor hay una cripta donde se guardan los restos del apóstol y de sus dos discípulos (san Teodoro y san Atanasio). Se cuenta que los restos se perdieron por segunda vez, en 1700, tras haber sido escondidos debido a una invasión inglesa, y fueron encontrados durante unas obras de restauración en 1879. Se descubrieron tres esqueletos y nadie dudó de que eran los del apóstol y sus dos discípulos; pero quedaba por aclarar cuál era el apóstol. Este problema fue afortunadamente resuelto por una iglesia en la Toscana, que tenía una reliquia de Santiago que resultó ser la parte que faltaba de uno de los esqueletos. Esta identificación fue confirmada en 1884 por el Papa León XIII, y la visita de Juan Pablo II, en 1982, fue probablemente una forma de reafirmar la veracidad de las identificaciones de las reliquias. Entre todas las bellezas de esta catedral, no se pierda la magnífica puerta y la bóveda de la capilla de Mondragón, así como las puertas renacentistas de la sacristía y del claustro en el crucero sur.

Otro elemento importante de la catedral es el botafumeiro. Se trata de un enorme incensario que cuelga de la clave del cruce del transepto y se balancea mediante un ingenioso sistema de poleas al final de una cuerda tirada por ocho hombres. Pesa ochenta kilogramos y se ha caído cuatro veces... sin matar a nadie. Es un espectáculo grandioso que hasta junio de 2013 estaba reservado para las grandes festividades (25 y 30 de diciembre, 6 de enero, para la Pascua, para la fiesta de la ascensión de San Pedro, Santiago y el 23 de mayo), pero que ahora es posible ver todos los viernes durante la misa de las 19.30 horas.