Qué ver y hacer Koper

Se edificó sin duda a finales del siglo VI en el corazón de la antigua ciudad amurallada, pero su versión arquitectónica actual es más reciente y data de mediados del siglo XVIII. Lo confirma fácilmente la resplandeciente blancura de sus paredes, pues era un recurso casi sistemático en la época barroca. Es imprescindible visitar la capilla dedicada a la Virgen del Carmen, vestigio medieval de la antigua iglesia bellamente conservado. También podrá admirar el talento pictórico de Carpaccio, artista veneciano conocido por sus retablos. Puede disfrutar de una hermosa vista desde el campanario.

Rápidamente se dará cuenta de que las playas de Koper son muy pequeñas. Para algunos, la falta de espacio y de arena fina puede llegar a ser un obstáculo. Si le gusta bañarse con tranquilidad y calma, la playa de Zusterna es su lugar. No le garantizará un momento de soledad, pero, por lo menos, tendrá donde dejar la toalla. La playa del centro de la ciudad, de cemento y césped, cuenta con buenas instalaciones (vestuarios, duchas). Al norte, la playa del puerto ofrece una hermosa vista, pero la calidad del agua es dudosa.

La oficina está ubicada en el antiguo palacio Pretoriano, que se halla en la plaza más bonita de la ciudad. Encontrará mucha información práctica sobre la zona y podrá comprar la tarjeta Koper, que le ofrece varios descuentos en la ciudad. Los asesores turísticos son muy serviciales y pueden darle ideas para organizar su propio itinerario. También le proporcionarán información sobre las fiestas locales y la oferta de alojamiento y restauración.

El museo se encuentra en el antiguo palacio Belgramoni-Tacco, hermoso edificio con salas de exposición mejoradas, construido en 1600. En la primera planta, observará dos ventanas románicas con lacería, de los siglos IX y XII. La sala de la segunda planta está dedicada a la iglesia de Hrastovlje, con su famosa Danza de la Muerte. Aquí se exponen cuadros de la escuela italiana. Una de las pinturas representa la Capodistria de 1604, cuando aún era una isla. Los muebles de estilo Imperio proceden del taller Maggiolini. También se exponen literas, así como documentos de la época francesa, uno de los cuales está firmado por Bonaparte. La visita continúa en un edificio contiguo con la presentación histórica de los acontecimientos ocurridos en Istria tras la adhesión a Italia: Mussolini, el fascismo, la opresión, la Segunda Guerra Mundial, las deportaciones, la lucha de los partisanos, todo ello acompañado por canciones italianas y eslovenas. La tragedia de una región bicultural se revela inmediatamente. Sin embargo, lamentamos que la atención sea relativamente fría, y la falta general de explicaciones técnicas y elementos contextuales que pueden dificultar la comprensión general de la exposición permanente, así como la gran mezcla cronológica y temática que distorsiona un poco la legibilidad y la distribución de las salas. La colección etnográfica, por su parte, es muy interesante y recuerda al visitante todas las influencias (a veces contradictorias, a veces concordantes) de la ciudad de Koper.

Este palacio, en desuso durante varios siglos tras la caída de la República de Venecia, goza de un nuevo esplendor desde que terminaron las obras de rehabilitación en 2001, después de diez años de trabajo. El palacio del siglo XV, situado en la famosa plaza Tito, es una pequeña maravilla arquitectónica de estilo gótico veneciano. Hoy en día, alberga el Ayuntamiento de Koper, recuperando así su función original de hace varios siglos. La bandera italiana ondea en la fachada junto con la eslovena para marcar el reconocimiento de la minoría italiana.

La única plaza de la costa eslovena que rivaliza con la famosa plaza Tartinijev de Piran Y, sin embargo, el estilo veneciano parece muy austero aquí. La catedral fue "barroca" en el siglo ^XVIII, al igual que el Palacio Pretorio, al sur de la plaza, antiguo ayuntamiento en tiempos de la República Serenísima. Al norte, la Loggia alberga un café histórico, construido en 1462. En los siglos ^XVII y XVIII, el establecimiento acogió a autores y grandes pensadores. En 1831, Stendhal, entonces cónsul francés en Trieste, quedó prendado de admiración.