PONTA DE SÃO LOURENÇO

De camino a la punta de Madeira, São Lourenço, el verde desaparece, la roca seca se cubre de hierba fina y amarillenta, los acantilados caen en picado hacia el océano... Es uno de los paisajes más singulares de la isla, con tierra rojiza rodeada por el azul del océano. El clima semiárido de esta península oriental ha favorecido el desarrollo de una flora atlántica seca, que incluye inmortales y plantas halófilas, que prosperan en ambientes salinos. Bisbita de Madeira, pardela cenicienta, verdecillo canario... Muchas aves anidan también en la punta de São Lourenço. En el islote de Desembarcadouro, que se ve como una prolongación del cabo, la gaviota patiamarilla ha establecido una de las mayores colonias de su especie (como ocurre en las islas desiertas). Hacer senderismo en este lugar mágico (que debe su nombre a la carabela de un tal João Gonçalves de Zarco...) es una obligación

Al salir de Caniçal, poco después del lugar conocido como "Prainha", una pequeña playa natural de arena oscura muy concurrida en verano, se llega a una rotonda; una carretera en muy buen estado conduce a la izquierda a un aparcamiento y, sobre todo, a un magnífico mirador sobre los acantilados. Un estrecho sendero conduce a un punto donde los vientos pueden ser extremadamente violentos. Tenga cuidado de no acercarse demasiado a los acantilados, ya que no hay barandillas. Para una foto de la costa con los aerogeneradores, puede ser más interesante volver a la rotonda original y detenerse, con mucho cuidado, en el lado derecho de la carretera, en una curva acampanada a la altura de una barrera amarilla y negra; se está más cerca de los acantilados y la vista es aún más impactante. El viento también molesta menos.

De nuevo en la rotonda, gire a la izquierda (a la derecha si viene de Caniçal). Poco después, verá un nuevo puerto deportivo a la derecha; la carretera desemboca en un aparcamiento más grande y turístico. Es imposible perderse por este camino señalizado, salpicado de paisajes impresionantes: las capas de color, que varían del gris al rojo, confieren al lugar toda su belleza mineral. No hay grandes dificultades, salvo algunos pequeños escalones, pero el paseo puede resultar agotador (sobre todo cuando hace sol, así que lleve agua en abundancia). Calcule 8 km y 5 horas de ida y vuelta. Los senderistas suelen hacer una parada para comer en la Casa do Sardinha (exposición sobre la flora y fauna locales). Más abajo hay una pequeña playa de guijarros donde podrá bañarse.