IGLESIA DE SANTA MARIJA ASSUNTA
En globigerina antigua, el principal monumento de la ciudad, imponente e ineludible, actúa como un polo magnético sobre el viajero que, de todas las maneras cuando gana las playas del oeste, no puede evitar descubrir su mamelon plateado elaborado hacia el cielo. La fachada del edificio está decorada con dos relojes. La de derechas es falsa, un simple catastro pintado a la derecha de la fachada, mientras que la de la izquierda es realmente cierto.
El interior de la iglesia merece unos minutos de recogida, aunque sólo sea por la frescura impartida en las horas cálidas del verano. Además, al levantarse los ojos, te sorprenderá descubrir que esta cúpula que aparece como una rotondez de las más regulares tiene, de hecho, como base una notable elipse que usted aprovechará al situarte justo debajo. Podrás extirparte ante su regularidad y simetría, dejando a los topómetros la tarea de calcular el gran eje, el pequeño eje y el volumen de media elipona.
Curiosa coincidencia, este edificio se conoce como "la iglesia a los huevos", ya que se construyó gracias a las donaciones de los aldeanos, no en metálico, sino en especie, y especialmente en huevos. Los criadores de aves de corral los aportaban con cuidado durante meses hasta que el producto de la venta sea suficiente para iniciar la construcción. A pesar de los fondos obtenidos, se tardó 34 años en completarlo (1912-1946), la construcción dependía de donaciones y, por tanto, de la calidad de las cosechas.
Toda la iglesia seduce por su sobriedad, no carece de encanto. Poco mobiliario, una luz agradable, una discreta discreta.