Boca de Lara, o Puerto Lara, es una comunidad wounaan de unas cien familias situada a orillas de los ríos Lara y Sabanas, a menos de una hora en piragua de Santa Fe. También se puede llegar en colectivo (1 $) por un camino desde la carretera Panamericana, que ha sustituido a una antigua pista a la que sólo se podía acceder en la estación seca. El pueblo es famoso por su artesanía, cuya venta es la principal fuente de ingresos de sus habitantes. Las mujeres trabajan durante meses fabricando cestas(canastas) de una finura poco común. Los hombres, por su parte, se dedican a tallar cocobolo y tagua con representaciones de animales de la selva: jaguares, ranas, perezosos... Los precios son justos, así que no regatee, por respeto a este precioso trabajo. La mayoría de los hombres y mujeres, niños y ancianos, llevan el torso desnudo y pintura corporal negra hecha con la baya de un árbol llamado jagua. Las mujeres llevan bonitas parumas de vivos colores inspiradas en los pájaros y mariposas del bosque. El bosque proporciona a la población local todo lo que necesita: peces, animales, plantas medicinales, troncos de árboles para cavar piraguas o construir casas... Casas construidas a la manera tradicional: sobre pilotes, para resistir las crecidas del río; abiertas de par en par, sin obstruir la vista de los vecinos, para que circule el aire; y protegidas por bonitos tejados de palma. Se accede a ellas subiendo una escalera tallada en un tronco.El camino de hierba que nace del río y atraviesa el pueblo en línea recta recuerda que, antes de ser un pueblo, Boca de Lara fue una base militar estadounidense con pista de aterrizaje y radares. Instalados en 1942 tras la devastación de Pearl Harbor, los radares estaban diseñados para alertar de un posible ataque japonés al Canal. Cuando el general Omar Torrijos llegó al poder en 1968, obligó a Estados Unidos a abandonar el emplazamiento, que se encontraba muy lejos de la zona del Canal. Poco después, en 1970, los wounaans, que vivían de forma nómada a lo largo de los ríos y aislados en núcleos familiares, acordaron reagruparse para que sus hijos pudieran asistir a la escuela. La escuela se construyó en 1973, los servicios de electricidad y teléfono se introdujeron a finales de los años 90, y una misión norteamericana incluso instaló allí un centro informático, pero no duró mucho... Hoy, el pueblo vive entre la tradición y la modernidad, pero siempre en armonía con la naturaleza. Con la ayuda del franco-panameño Michel Puech, se ha construido una casa tradicional para acoger a pequeños grupos de turistas deseosos de descubrir la vida de los lugareños y compartir su rutina diaria: tatuaje de jagua, artesanía, pesca, baile... Para adentrarse en el ambiente de Boca Lara, sumérjase en La Fille de Panamá o Tempête sur Panamá, dos novelas de Jean-Michel Thibault, que se inspiró en este pueblo para sus descripciones de la selva y los indios.

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