LES JACQUELINE EN VILLE
A dos pasos del curso Lafayette y de los muelles del Ródano, los Jacqueline se instalan en la ciudad. Un cartel en forma de guiño a la madre de Krystel, que se llama Jacqueline y en el campo donde vivían nuestras dos hermanas de corazón, Krystel y Cécile. Una bicicleta azul en la fachada con su cesta llena de provisiones de los productores de la región. En efecto, el credo de este "mostrador, restaurante, cocina local" es hacer de la cocina (lavamos, pelar, tamaño, cocer… en resumen, cocinar como lo hacían las mamás) con auténticos productos (procedentes de productores de la esquina de circuito corto, del mercado de Francheville, por ejemplo, de carnes de Yzeron o de Ampleet). Luego, los quesos locales de una granja de Rontalon o Larajasse… en una cocina abierta a la sala para no esconder nada. En los Jacqueline, Fué lamenta que la recepción no sea de lo más acogedora en el mostrador y en la sala. Es una lástima que esto cambie para que se vuelva a comer una cocina que, también, merecería algunos ajustes a pesar de las composiciones originales: carpaccio de abogado con naranja, pomelo relleno al atún. Trabajo especial en torno a los productos del mar y de los peces: cevilla de pescado y bruschetta de pimiento o un gran aïoli, por ejemplo. Ensaladas compuestas, tártaros o una ternera de los granineros. Carta de vinos con el mismo espíritu de convivencia y proximidad. Por la mañana, abre a las para tomar su espresso y comer un croissant en el mostrador. De miércoles a viernes, después de un buen aperitivo y un afterwork para compartir tapas, se prolonga la velada alrededor de un buen plato y de animaciones temáticas (blind test, noche belleza…). Los Jacqueline quieren devolvernos el gusto a la ciudad en un aire de campaña gastronómica: aún no se ha ganado.