Cada mañana, Brigitte Josserand se dirige con su cesta de mimbre al mercado del Quai Saint-Antoine, donde conoce a sus pequeños productores. Ella, que solo elige lo mejor de los productos de temporada, puede modificar los placeres con una reserva de trescientas recetas de cocina lionesa. Luego, regresa a Le Jura, un establecimiento creado en 1867 y que, probablemente, debe su nombre al hecho de que la gente del Jura solía reunirse aquí. Para la señora Josserand, este ritual ha permanecido inmutable durante casi cuarenta años, desde que comenzó a trabajar detrás de los fogones de este auténtico y premiado bouchon lionés. Con su hijo Benoît, vela para que esta hermosa tradición hospitalaria continúe en este lugar, donde reina un ambiente alegre y respetuoso, en un espacio que preserva la tradición de una cocina sin artificios, que es a la vez familiar, generosa y gastronómica.
El comedor se remonta a la década de 1930 y si algunas mesas están selladas al suelo, es porque las reuniones de los empleados de correos de Lyon eran a veces tormentosas. No faltan las historias, grandes y pequeñas, en estos lugares llenos de recuerdos, pero las más bellas se escriben cada día cuando tres generaciones de clientes se sientan junto a los turistas que vienen a saborear las especialidades de la casa, como la cabeza de ternera con salsa Hélène Neveu, el pastel de hígado de ave y sus raviolis o tablier de sapeur (callos) con salsa Choron, cabeza y mollejas de ternera, por no hablar de las famosas ranas frescas salteadas como en la región de Dombes. Comer en Le Jura es mucho más que disfrutar de una cocina artesanal de calidad, es también un acto de lionesismo para crear un vínculo entre el pasado y el presente, un vínculo humano y gastronómico.
Le serveur était très souriant et impliqué dans son travail, en plus d'être un fin connaisseur de la cuisine qu'il servait (au point de pouvoir détailler une recette).
Les produits sont de très bonne qualité et bien cuisinés, par un chef lui-même très sympathique (n'hésitez pas à lui transmettre vos compliments !).
Je vous recommande sincèrement le menu Lyonnais avec l'andouillette dans sa sauce moutarde (un délice pour les papilles) et le parfait glacé à la Chartreuse (une incroyable surprise !)
La cuisine est bonne, le vin aussi
Le patron a de très bon conseils.
Je recommande, attention un coup c'est le tablier de sapeur et un autre les tripes, le seul hic du restaurant.
Un service exceptionnel de par sa rapidité et son efficacité, personnel très souriant et très chaleureux.
Les plats sont tous simplement délicieux, mention spéciale pour la quenelle (le plat que j’ai pris) qui est sûrement la meilleure que j’ai mangé à ce jour.
Un grand merci
A le souci d'une bonne transition et qui doit se faire confiance, sans écouter certains clients qui ne savent pas se faire cuire un œuf et qui devrait y aller. ; )