Una crepería algo oculta, en esta callejuela cercana a los Halles. La profundidad del establecimiento es insospechable. Será bien recibido por Alain y Stéphane, cuyo esfuerzo de decoración (y el aire acondicionado en verano) de la sala se aprecia. grandes frescos murales te llevan directamente a Bretaña, música bretona y celtica. Los detalles han sido elaborados, con la palma de un barco detrás del mostrador o hasta el wc (levantando la cabeza, verás una bonita cabecera de rapeta). Las tortas son buenas. Nos gustó la fondue, en la cabra, acompañada de su ensalada. El chocolate de la crepe del mismo nombre era muy bueno. Si te bebes sidra, elige al granjero, hecho en el departamento (9,50 euros la botella). Por último, los huéspedes pueden disfrutar de una velada aquí con los buenos regalos.
L’accueil lui aussi était parfait, personnel souriant, polie et très avenant.
Bref n’hésitez pas !
Très bonne adresse !