Quizás sea la mejor dirección italiana de la ciudad, mantenida por la misma familia desde 1984. En un marco contemporáneo y cuidado, es un buen maestro de hotel, que organiza con eficacia la vida de su pequeña sala. Se ve a los cocineros trabajando en el fondo, en un espacio semiabierto. El ambiente tiene lo que hace falta elegancia, pero es especialmente agradable. La cocina italiana es de frescura y de una calidad irreprochable: todo está preparado, los productos son elegidos. Y la comida se realiza con el ojo benevolente de una estatua de la Virgen en el mostrador. Si las pizzas son excelentes y generosas, no te pierdas la pasta fresca del mapa: espagueta en camarones asados, rigatoni con tomate de San Marzano… Los platos del día y las carnes hacen subir la cuenta, pero son valores seguros y sabrosas. Y conserva un lugar para los postres: ¡perfiles, tiramisú, helados también caseros! El servicio es rápido y la terraza está llena de días. Los lugares tienen un éxito merecido y se muestran regularmente completos; es mejor reservar.
Largement surclassé par des plus petites pizzérias sans prétention.
Pâte fade avec quasiment aucune garniture éparpillé aléatoirement. On dirait une base margarita avec un supplément, ça fait cher le supplément !
Plus de 30€ pour deux pizzas de cette qualité c'est révoltant.
20€ pour une assiette de pâtes (avec une sauce trop salée) c'est exagéré !
Il y a fallu réclamer du pain... On nous a apporté 3 petits morceaux (pour 3 personnes) et quand on en a redemandé on a entendu un 'encore!' ...