Un bar arbolado, paredes revestidas de madera, grandes pantallas y etiquetas de vino en las paredes adornan la decoración en la que se encuentran unas diez mesas, que crean un ambiente intimista. El trato es familiar, cálido y el servicio discreto y eficaz. Todo es casero, el chef vela por la calidad de sus platos, sus productos siempre frescos y su presentación. A la carta o a la pizarra, unos recetas simples, entre tradición e inventiva, ofrecen un resultado convincente. Se puede degustar foie gras, un tártaro de salmón, una hamburguesa de pato, una red de colin ahumada, o una brocheta de buey, que se sirve en tablas. Se cierra la estancia en un macé con caramelo corazón hundido y su helado artesanal, o un tiramisú a los espectadores. Para los eventos privados o profesionales, el restaurante propone además una bodega abovedada en las paredes de piedra, con capacidad para comensales. Por fin propone noches temáticas, y hay para todos los gustos, desde la retransmisión de fútbol hasta el café philo.