Disfrute de una fina cocina basada en productos ultrafrescos, mezclando con ingenio tradición y modernidad.
Es una de las direcciones italianas más populares de la capital y el espectáculo es tanto en la sala como en los platos. Desde 1951, los acostumbrados se encuentran en esta pequeña trattoria, para compartir un momento de felicidad mediterráneo, con sabores salpicados de un filete de aceite de oliva. Escondida, escondida en el corazón de una calle minúscula, es una mesa que nos cedía, donde la cocina fina de los hermanos Faiola, a base de productos ultraliberales, mezcla con genio tradición y modernidad: las alcachofas a la romana están cocidas a la asfixia con menta, ajo y aceite de oliva, una pequeña felicidad de sabores ligeros. Se puede comer, cuando hay, para las pastas a la trufa. Así pues, para volver a tocar La Dolce Vita, es aquí donde se va, no sin reservar con mucho antelación, ya que muchas mesas están casi atribuidas por adelantado a las personalidades que frecuentan el lugar. Alain Delon o Jean-Paul Belmondo han hecho a menudo su cantina… de lujo. El quid siempre puede intentarlo.