Dirección parisina que ofrece una multitud de especialidades ricas en especias y sabores, carnes y platos originales.
Empujar la puerta de Azteca es tomar un pasaje sencillo para México. Esta dirección es la más antigua de la capital y propone desde 1986 iniciar los parisinos con los sabores de este país. La sala pone sol en los ojos con sus tejidos impresos precolombinos y sus pinturas de sajeros. A la carta descubrimos una multitud de especialidades, ricas en especias y sabores, más o menos conocidas. Se empieza con las empanadas, son pequeños trozos de queso, las quesadillas, las tortas de maíz con queso o champiñón, el guacamolo o el pulpo a la mexicana antes de salir al descubrimiento de platos inéditos como la carne anogada, un trozo de buey con crema de nueces y pimentones pagales. Pero lo que es absolutamente necesario probar es la coquinta pibil, un plato de cerdo eminentemente conocido por su salsa al pimiento achiote, o la enchilada de pollo mole con una salsa en la mezcla atípica de siete pimientos (ancho, mulato, chipotle, pasilla, etc.), de chocolate negro y de especias luego recubiertas queso fundido y salsa de salsa. Por la noche, una banda de mariachis nos proyecta en el corazón de las animadas noches de Durango o Acapulco en el aire de la Cucaracha. Los viernes y los sábados por la noche, la comunidad latina se desmorona en la bodega del siglo XVI sobre salsas endiabadas.