Bodega-bistró de París que prepara una abundante comida de embutidos, platos clásicos, cocina oriental y francesa
Hay una especie de indolencia en este establecimiento que hace que ni el personal ni los clientes se tomen la cabeza. Se siente, un poco a la antigua, que el placer de mandarse algunos godetes detrás de la lupa no es fingido. A la vez bodega y bistró, este lugar gusta decir que hace y vende un poey de tierra sin olvidar algunos vinos sabiamente deprimidos como este saumur-champiñón-cristal o el mineral-cerrados-de las rocas. A lo largo del vino, uno se deja probar por una copiadora de charcutería o una sartén de foie gras y su pera caramelizada. Otros hacen el punto muerto para concentrarse en platos clásicos que mezclan cocina oriental y francesa: cuscús, entrecruzados a la parrilla bearnesa, pavimentado de salmón y jardinería de verduras, pasteles orientales. Como habrán comprendido, cada uno vive su gastronomía y su sed como le plazca, y todo el mundo espera con impaciencia que esta casa levante su cortina a la hora del almuerzo.