LAC DU DER-CHANTECOQ
El lago del Der no es un lugar astronómico, pero la observación del cielo, al ojo desnudo o con prismáticos, desde sus orillas es uno de esos recuerdos que los amantes de la naturaleza no pueden olvidar. Esta reserva natural (¡pero también de caza!) vive al ritmo de las migraciones de sus grúas cenizas y de las variaciones del nivel de llenado de su lago, liberando más o menos según las temporadas de los vasiarios donde las aves se regalan. Las orillas están bastante bien protegidas de la contaminación luminosa y el acceso a los diferentes observatorios ornitológicos es posible durante la noche… De ahí la idea irresistible de venir a descubrir el cielo, por ejemplo, de las lluvias de estrellas hilantes en verano, o para asistir a la retirada o a la puesta de los relojes durante la migración de las grúas (en noviembre). El espectáculo es grandioso: un fin creciente de luna por encima de una aguas tranquilas o un disco solar que perce justo en el horizonte, y el ruido ensordecedor de miles de grúas que se elevan unos instantes, antes de colocarse en grupos en las vasijas, y luego volver a empezar esta vez por unas remotas tierras más acogedoras. En estas orillas, puede hacer frío tanto en otoño como en invierno (en particular, se aconsejan buenos zapatos), sobre todo porque la posición estática del observador acentúa generalmente la sensación de frío. Sea cual sea el período, la observación nocturna del cielo y de la fauna resulta excepcional: en épocas de luna preferiblemente (barrios, luna llena), la fuerte luz esparena asociada a buenas prismáticos muy luminosos permite escrutar con toda discreción el comportamiento de numerosos animales a las orillas (escenas de caza o de pesca), acompañado de los inevitables tonos y gritos que adornan estas escenas surrealistas. Y como a estas horas tardías los humanos son extremadamente raros, se aprovecha mucho más de estos momentos mágicos.