Los clásicos

Se dice que el pensamiento chino descansa sobre tres pilares -el budismo, el taoísmo y el confucianismo-, por lo que no es de extrañar que la literatura se haya inspirado en estas filosofías desde el principio. Aunque el sur del país no puede presumir de ser la cuna de los grandes sabios -Siddhartha Gautama, Lao Tzu y Tchouang-tseu, o Confucio-, sí puede en cambio enorgullecerse de sus numerosos e inspirados discípulos. Podemos citar al monje budista Huiyuan (334-416) de Shanxi, que se estableció en el monte Lu (Jingxi), a Tao Yuanming (365-427), poeta taoísta que trabajó en Jiujiang, y al calígrafo confuciano Ouyang Xun (557-641). Los dos primeros contribuyeron al desarrollo de sus respectivas doctrinas: Huiyuan con sus traducciones de sutras, Yuanming con su poesía, de la que La primavera en flor del melocotonero sigue siendo la más conocida. El tercero, natural de Hunan, se hizo famoso por sus contribuciones a Yiwen Leiju, la famosa enciclopedia de la dinastía Tang, y por grabar varias estelas imperiales. Muy pronto hubo tantos talentos como registros, y Liu Zongyuan (773-819) empezó a escribir crónicas de viajes durante su exilio forzado en Yongzhou, aunque sigue siendo más conocido por su poesía -su obra aparece referenciada en la antología Trescientos poemas Tang- y por haber sido uno de los más ardientes defensores del guwen, un movimiento que abogaba por un retorno a la claridad y precisión practicadas por los autores antiguos (frente al pianwen de los Han, más florido pero sujeto a una métrica rigurosa).

Sin embargo, no fue hasta Ouyang Xiu cuando el guwen se hizo obligatorio en los exámenes, y no fue éste el único mérito de este eminente escritor, nacido en Jiangxi en 1007, cuyo seudónimo lo presentaba como un "viejo borracho" (Zuiweng). Importante autor de la dinastía Song, escribió ensayos históricos y obras de todo tipo: ci (canciones), fu (prosa lírica, especialmente descriptiva) y shi (poesía). Su más fiel admirador, Zeng Gong (1019-1083), también abogó por la nueva prosa clásica, y se convirtió en uno de los Ocho Maestros de Guwen de las dinastías Tang y Song. Y ya que los chinos tienen predilección por las clasificaciones, añadamos a la lista a Zhu Xi, nacido en 1130 en Xian de Youxi (Fujian) y considerado uno de los Doce Filósofos, porque él y sus alumnos, en la prestigiosa Academia de la Cueva del Ciervo Blanco, escribieron comentarios sobre los escritos de Confucio que siguieron siendo indispensables hasta principios del siglo XX. Mucho antes, sin embargo, Li Zhi (1527-1602), de la provincia de Fujian, fue un crítico de los clásicos confucianos, lo que le llevó a la cárcel y al suicidio. Figura destacada de la Escuela de Taizhou, gran amante de la literatura, incluso la popular, y feminista antes de tiempo, destacó en el género del xiaopin (ensayo breve). Los más famosos son Un livre à brûler y Un livre à cacher, obras que fueron prohibidas nada más publicarse pero que siguieron circulando bajo blasón. Mientras Li Zhi dedicaba su filosofía al estudio del "corazón-mente infantil" y su espontaneidad, Tang Xianzu se inspiraba en los sueños para sus obras, quizá para distraerse de una realidad que no siempre le era amable. La reputación de Tang Xianzu, cuya traducción al inglés es reciente, probablemente no fue tan grande como la de Shakespeare, que murió el mismo año que Tang Xianzu, pero atrajo a emuladores que se reunieron en la Escuela de Linchuan, su ciudad natal.

La apertura

Poco más de dos siglos más tarde, Lin Shu (1852-1924) nació en Fuzhou, capital de Fujian, y llegaría a producir la versión china de decenas de títulos occidentales... ¡todo ello sin hablar ninguna lengua extranjera, basándose únicamente en traducciones orales! Esta hazaña es una muestra de la atracción que ejercían las culturas lejanas en aquella época, y se hizo especialmente evidente en Macao, el puesto comercial portugués, donde se mezclaban diferentes comunidades. Camillo de Almeida Pessanha, nacido en Coimbra en 1867, contribuyó a este diálogo traduciendo elegías chinas a su lengua materna e importando el Simbolismo, del que fue un digno representante. Su discípulo Luiz Gonzaga Gomes continuó más tarde su labor traduciendo del portugués al cantonés. Por su parte, Yan Fu sigue siendo uno de los mejores símbolos de esta apertura, ante todo porque fue uno de los primeros estudiantes chinos enviados a Inglaterra o Francia para proseguir sus estudios. A su regreso a su Fujian natal, propagó nuevas ideas trabajando por la reforma - inicialmente del sistema educativo - y leyendo a Montesquieu, Darwin y Huxley. Al final de su vida -murió en 1921, a los 67 años-, marcada por la Primera Guerra Mundial, admitió no obstante sentirse decepcionado con el Occidente en el que tanto había querido creer.

Pero estas generaciones no sólo importaron conocimientos, también produjeron, como el prolífico Zhang Henshui (1895-1967), de quien se dice que publicó 100 novelas en sus 50 años de carrera. Sin pretender estos extremos, la carrera de Lin Yutang puede servir de síntesis. Traductor y novelista, hijo de un pastor cristiano pero iniciado en los tres pilares de la sabiduría china, tan apasionado por las cuestiones lingüísticas y mecánicas como por el humor, se identificó con el Movimiento de la Nueva Cultura, especialmente crítico con la sociedad china tradicional, y acabó optando por el exilio para escapar a las represalias del gobierno nacionalista. En Estados Unidos, escribió (en inglés) obras culturales sobre su país natal para ayudar a la gente a descubrirlo, y luego dirigió su atención, en forma de ficción, a la condición de los chino-americanos en Nueva York, escribiendo obras cada vez más políticas de denuncia del imperialismo y el racismo, que resultaron polémicas. Sus intentos de tender puentes entre los dos mundos que tan bien conocía, como viajero y perfecto bilingüe, nos han legado libros, algunos de los cuales han sido reeditados en francés por Picquier: Algunos de estos libros han sido reeditados en francés por la editorial Picquier : L'Impératrice de Chine, Un Moment à Pékin (en dos volúmenes), La Sagesse de Confucius... La modernidad también afectó al arte dramático y Tian Han, inspirado por lo que se representaba en Occidente aunque tendía a preferir los temas históricos, es considerado hoy uno de los tres instigadores del teatro hablado chino. Además de sus obras, produjo guiones y letras de canciones, entre ellas La marcha de los voluntarios (escrita en chino vernáculo), que llegó a convertirse en el himno nacional de la República Popular China. En realidad, su nombre ya era político, pues estaba asociado al Movimiento 4 de Mayo de 1919 -manifestaciones contra el Tratado de Versalles que autorizaba a Japón a retener territorios en Shandong, provincia del este de China-, al igual que el de Lu Yin. Lu Yin también luchó por la condición de la mujer y su liberación mediante el acceso a la educación, defendiendo su causa en sus ensayos y novelas. Bing Xin (1900-1999), otra autora que disfrutó de una brillante carrera, sobre todo en el campo de la literatura infantil, fue también presidenta de la Federación China de Círculos Literarios y Artísticos.

Un siglo XX político

La literatura es el medio a través del cual uno puede hablar de sí mismo a su propia gente, y por eso toma el camino del Realismo. Shen Congwen utiliza su Hunan natal como telón de fondo de sus novelas. También le gusta evocar a las minorías a las que está unido por lazos de sangre, ya que su madre pertenece a la etnia tujia y su abuela a la miao. Por último, su experiencia profesional le ha puesto en contacto con quienes sufren la represión a manos de las milicias locales. A partir de este material, produce obras que se publican primero en periódicos y luego en volúmenes(La Ville frontalière, Le Grand fleuve, Le Passeur du Chadong publicados por Albin Michel, Le Périple de Xiang por Gallimard, etc.), retratando constantemente la China rural a la que permanece apegado, pero negándose a seguir una vía más política, por la que es criticado. Por el contrario, Hu Yepin (1903-1931) fue encarcelado y luego ejecutado por su compromiso con el Partido Comunista, convirtiéndose en uno de los Cinco Mártires de la Liga de Escritores de Izquierda, junto con Fenh Keng (1907-1931), originario de Fujian y ella de Guangdong. Su obra incluye novelas desesperadas que suenan a grito contra la injusticia social y la pobreza, en el caso de la primera, y poemas políticamente comprometidos, en el de la segunda. Ding Ling, viuda de Hu Yepin, escapó al arresto domiciliario en 1934, pero vivió los avatares de la historia: galardonada con el Premio Stalin en 1952 por su novela El sol ilumina el río Sanggan y nombrada vicepresidenta de la Federación de Escritores al año siguiente, se negó a hacer autocrítica y fue enviada a Manchuria en 1958. Rehabilitada en 1976, se convirtió en 1980 en la primera vicepresidenta del Pen Club chino y murió seis años después.

Las tensiones que se apoderaron de China en la segunda mitad del siglo XX llevaron a algunas personas a abandonar definitivamente el país. Este fue el caso de dos autores que finalmente optaron por solicitar la nacionalidad francesa: François Cheng en 1971 y Gao Xingjian en 1998. Nacido en Nanchang (Jiangxi) en 1929, François Cheng se trasladó a París con su familia antes de cumplir los 20 años, mientras su familia se marchaba a Estados Unidos. Gao Xingjian permaneció en Francia por amor a una cultura que le llevaría a la Academia Francesa. Calígrafo, traductor, filósofo y poeta, sus publicaciones, que tienden puentes entre las artes y entre los pueblos, han sido ampliamente aclamadas: Vide et plein, Le Dit de Tianyi (Premio Femina 1998), Double Chant (Premio Roger-Caillois 2000), Cinq méditations sur la mort autrement dit sur la vie... La marcha de Gao Xingjian se produjo mucho más tarde, pues la Revolución Cultural le costó seis años en un campo de reeducación. Gran amante de los autores del absurdo y de la corriente de la conciencia, algunos de los cuales había traducido, se lanzó a la vanguardia pero, una tras otra, sus obras(Arrêt d'autobus en 1983, L'Homme sauvage en 1985, L'Autre rive en 1986) fueron prohibidas y suscitaron la desaprobación del régimen. En 1987 se ve obligado a exiliarse. Al año siguiente, se le concedió el estatuto de refugiado político en Francia. Su principal novela, La montaña del alma, de marcado carácter autobiográfico, y El libro de un hombre solo, le valieron en parte el máximo galardón literario, el Premio Nobel, que le fue concedido en 2000, pero su obra es ecléctica e incluye poemas, ensayos e incluso una ópera.

Cicatrices y renovación

Leung Ping-kwan (Yesi) nació en Guangdong, pero pasó la mayor parte de su vida en Hong Kong, país al que amó entrañablemente y que le recompensó concediéndole una Medalla de Honor en 2006. Influido por el realismo mágico latinoamericano, pero licenciado en inglés, publicó numerosas obras en prosa y poesía, entre ellas Îles et continents, et autres nouvelles, traducida por Gallimard en 2001. Can Xue, natural de Changsha (Hunan), también ha reconocido su atracción por Jorge Luis Borges. Autora de vanguardia, también llamó la atención de la gran editorial francesa, que publicó en 1992 Dialogues en paradis, una colección de relatos cortos embrujados por imágenes oníricas, a veces pesadillescas. El Gran Salto Adelante dejó huella en toda una generación de escritores. Han Shaogong (Picquier: Femme, femme, femme, Pa Pa Pa, Séduction), nacido también en Changsha en 1953, está asociado a la Literatura de las Cicatrices, surgida a finales de los años 70 como una necesidad catártica de evocar la Revolución Cultural. A mediados de los 80, se convirtió en uno de los líderes de otro movimiento llamado Búsqueda de Raíces, que combinaba temas tradicionales chinos con un estilo vanguardista occidental. Tras llegar a Francia en 1984, Dai Sijie expresó primero sus sentimientos en una película de título evocador, Chine ma douleur (Prix Jean-Vigo 1989), y luego publicó Balzac et la Petite Tailleuse chinoise (2002) y Le Complexe de Di (Prix Femina 2003). Por último, Wei-Wei también ha elegido Francia, e incluso ha adoptado su lengua: Fleurs de Chine y Une fille Zhuang, publicadas por Editions de l'Aube en 2001 y 2006, fueron escritas en francés.

A medida que se derribaban las barreras de la censura, los temas evolucionaban y la literatura empezaba a orientarse hacia cuestiones contemporáneas, como en el caso de Lin Bai, nacida en 1958, que no dudó en hablar abiertamente de la homosexualidad femenina, mezclando hábilmente autobiografía y ficción y rompiendo de paso algunos tabúes. El olor a escándalo retrasó algunas publicaciones, pero no las impidió: Lin Bai no ha dejado de publicar desde los años ochenta(A War of One's Own, The Seat on The Verandah, The Records of Women's Gossip, etc.).del mismo modo, aunque Wong Bik-Wan -una autora importante y ganadora de varios premios- suele ceñirse a temas tan universales como el amor y el duelo, no se ha abstenido de mencionar en sus libros la entrega de Hong Kong -donde nació en 1961- a China en 1997. Yang Erche Namu, por su parte, no ha ocultado su extraordinaria juventud en una comunidad moso, viviendo a 2.700 m de altitud en las montañas de Yunnan, que relata en Adieu au lac Mère (Adiós al lago madre ), publicado por Calmann-Lévy. La nueva generación está decidida a derribar las últimas barreras. Zhu Wen, nacido en 1967, ya reivindicaba una mayor libertad de expresión para los autores, mientras que Mu Zimei, su hermana diez años menor, de Guangzhou, se inscribe claramente en la cultura underground con su blog, ahora novela, en el que relata su vida privada. Albert Tam ha optado por explorar el terreno de la ciencia ficción, lo que a veces resulta una advertencia, mientras que Hon Lai-chu se adentra en la vena psicológica con sus relatos, de los que se dice que son tan perturbadores como los de Kafka. Vayan donde vayan, no cabe duda de que los escritores del sur de China aún tienen cosas que decir.