La cuna del té
El sur de China suele describirse como la cuna del té, y con razón: esta región, de clima subtropical y paisajes variados, ofrece condiciones ideales para el cultivo de esta planta milenaria. En las provincias de Yunnan, Fujian, Guangdong y Guangxi abundan las montañas neblinosas, los suelos fértiles y la humedad constante, elementos esenciales para el crecimiento de los arbustos de té. Es en estas tierras donde aún hoy se pueden encontrar arbustos de té silvestre centenarios. Ya sean verdes, negros, blancos, oolong o tés oscuros como el famoso Pu'er, los tés son un reflejo de su terruño: ricos, complejos y únicos. Pero el sur de China no sólo es famoso por su abundante producción. También es el corazón histórico y espiritual de esta bebida, que poco a poco se ha convertido en parte integrante de la identidad cultural china.
Los orígenes del té. Los primeros vestigios del té se remontan a miles de años atrás, en los antiguos bosques de Yunnan. Se dice que fue allí donde se domesticó por primera vez la Camellia sinensis, la planta de la que procede el té. Según la leyenda, la historia del té en China comienza con el emperador Shennong, hace más de 4.000 años. Se dice que este mítico gobernante, conocido por sus experimentos con plantas medicinales, descubrió el té por casualidad, cuando una hoja cayó en el agua hirviendo que estaba bebiendo.
Aunque la leyenda es atractiva, las pruebas arqueológicas demuestran que las poblaciones locales de Yunnan ya utilizaban el té con fines medicinales mucho antes de que se convirtiera en una bebida apreciada por su sabor. Con el paso de los siglos, la planta se extendió a provincias vecinas como Fujian, donde se perfeccionaron las técnicas de elaboración. Así surgieron tés emblemáticos como el Pu'er de Yunnan y el Oolong de Fujian, que siguen gozando de fama mundial.
La importancia cultural del té. Más allá de su valor económico e histórico, el té desempeña un papel central en la vida cultural de las comunidades del sur de China. En estas regiones, el té es mucho más que una bebida: es una filosofía de vida, un arte y un vínculo social. Las casas de té, omnipresentes en las ciudades, son lugares de encuentro donde se debate y transmite animadamente. El té es también un vehículo de espiritualidad, sobre todo en el budismo. Los monjes han desempeñado un papel fundamental en la difusión de la cultura del té, utilizando la bebida para fomentar la meditación y la iluminación.
Las rutas del té que se extendían por Asia atestiguan la importancia del té del Sur en el comercio y los intercambios culturales. La famosa Ruta del Té y los Caballos, por ejemplo, unía las provincias de Yunnan y Sichuan con las mesetas tibetanas. Esta ruta se utilizaba para transportar ladrillos de té, un producto esencial para los tibetanos, que lo consumían con mantequilla de yak para soportar la dureza del clima. Por mar, los tés de Fujian, como el famoso té negro Lapsang Souchong, viajaban hasta Europa y Oriente Medio a través de los puertos de Xiamen y Guangzhou. Este comercio permitió que la bebida se extendiera por todo el mundo.
Las grandes variedades de té
El té, emblema de China, se presenta en multitud de variedades.
Té verde. En Yunnan, los tés verdes, procedentes de antiguos arbustos de té, tienen intensos aromas vegetales con un dulzor floral, testimonio de un saber hacer enraizado en la historia.
Té negro. El Dianhong, o "té rojo de Yunnan", encarna el refinamiento de los tés negros chinos. Reconocible por sus hojas doradas, ofrece una infusión con notas malteadas y melosas. Este té, procedente de los antiguos arbustos de té de Yunnan, es apreciado por su suavidad aterciopelada y su profundo aroma, apreciado tanto a nivel local como internacional.
Té blanco. El Baihao yinzhen, o "agujas de plata", es un prestigioso té blanco producido en Fujian. Elaborado con brotes cubiertos de un fino plumón plateado, ofrece una infusión cristalina con delicados aromas florales. Su producción tradicional, concentrada en un corto periodo primaveral, lo convierte en un producto raro y refinado.
Tés Oolong. Parcialmente oxidados, estos tés figuran entre los más complejos y codiciados. El Tieguanyin, de Fujian, seduce con sus notas florales de orquídea. Da Hong Pao, de las montañas Wuyi, es otro tesoro, famoso por sus sabores minerales y a cacao, heredados de los suelos rocosos de la región.
Pu'er. Producido en Yunnan, el Pu'er es un té fermentado único. Su versión cruda(sheng) desarrolla aromas complejos a medida que envejece, mientras que la versión cocida(shou) ofrece sabores más terrosos y reconfortantes. Prensado en tortas o ladrillos, simboliza la historia de las rutas del té y el arte de la fermentación.
Liu Bao. Originario de Guilin, el Liu Bao es un té oscuro fermentado, apreciado por sus sabores amaderados y ahumados. Históricamente exportado al sudeste asiático, ahora está recuperando popularidad en China.
Otras variedades. Además de las conocidas grandes variedades de té, el sur de China alberga otros tesoros poco conocidos que enriquecen aún más su patrimonio. Entre ellos se encuentran tés amarillos como el raro Junshan Yinzhen, tés oscuros como el Fu Zhuan de Hunan y refinados oolongs como el Fenghuang Dancong de Guangdong. También hay tés regionales característicos, como el Yue Guang Bai de Yunnan, y tés con sabor a flores.
Producción: de la hoja a la taza
El té, símbolo de refinamiento e historia, debe su prestigio no sólo a su sabor y sus virtudes, sino también al cuidado y la atención al detalle que se dedican a su producción. Desde la elección del terruño hasta la taza, cada etapa está marcada por siglos de tradición, innovación y respeto por el medio ambiente. La producción del té es un arte complejo, en el que cada etapa requiere unos conocimientos específicos. Aunque los procesos varían según el tipo de té (verde, negro, blanco, oolong, fermentado), algunos principios siguen siendo los mismos.
La recolección. La calidad del té comienza con la recolección, que suele hacerse a mano para preservar la integridad de las hojas. Los recolectores seleccionan los brotes y hojas más jóvenes, ricos en sabor y nutrientes. Esta etapa, a menudo realizada en primavera, requiere una gran habilidad y un profundo conocimiento de las plantas.
Marchitamiento. Una vez recolectadas, las hojas se marchitan para reducir su contenido de agua. Esta etapa puede realizarse al aire libre o en el interior, dependiendo del clima y del tipo de té. El marchitamiento prepara las hojas para su procesamiento sin romperlas.
Enrollado. Las hojas se enrollan para liberar sus jugos e iniciar la oxidación. Esta etapa, que puede realizarse a mano o con máquinas, influye directamente en el perfil aromático del té. A continuación, se da forma a las hojas enrolladas según su variedad: en perlas, retorcidas o enteras.
Fermentación y oxidación. Dependiendo del tipo de té, las hojas sufren una oxidación más o menos importante al entrar en contacto con el aire. Los tés verdes, por ejemplo, se calientan rápidamente para detener este proceso, mientras que los tés negros se oxidan completamente, lo que les confiere su color oscuro y sus aromas profundos. Para los tés fermentados, como el Pu'er, se utiliza un proceso microbiano específico, a veces durante varios años.
El secado. La última etapa consiste en secar las hojas para detener cualquier actividad enzimática y preservar su frescura. Esto puede hacerse al sol, sobre un fuego de leña o utilizando hornos, y cada método tiene una sutil influencia en el sabor final del té.
Conservación en barquillos. Emblemática del sur de China, esta técnica combina practicidad y tradición. Formatos como tortas(bingcha), ladrillos(zhuancha) y nidos de pájaro(tuocha) se utilizan principalmente para los tés fermentados. Estas formas comprimidas eran especialmente adecuadas para las largas distancias recorridas en las antiguas rutas comerciales, como la del Té y la de los Caballos. Su tamaño compacto permitía transportar grandes cantidades de té optimizando el espacio en las caravanas de caballos o yaks. Además, la solidez de las tortas y los ladrillos los hacía más resistentes a los viajes. Además de su practicidad, estas formas comprimidas ayudan a preservar los aromas y optimizan el envejecimiento de los tés fermentados, haciendo que su sabor sea más complejo con el paso del tiempo. Decorados con motivos que cuentan la historia de los productores, también tienen un fuerte valor cultural.
El arte de la degustación
En China, disfrutar del té es mucho más que un simple placer: es un arte. Gong Fu Cha ("la hora del té") es el método tradicional de preparación que realza esta experiencia. Las reglas no están grabadas en piedra: cada persona adapta los gestos según su propio estilo e inspiración. En una pequeña bandeja, se empieza purificando la tetera enjuagándola con agua caliente, antes de llenarla hasta la mitad con hojas de té. Se vierte un poco de agua para rehidratar las hojas y se desecha esta primera infusión. A continuación, llena la tetera por completo, dejando que el agua rebose para eliminar la espuma. Después de infusionar durante unos 20 segundos (según el tipo de té), se vierte el líquido en un recipiente de reserva y, a continuación, en las tazas de degustación, utilizando a veces una copa de olor para apreciar plenamente los aromas. Las hojas pueden infusionarse al menos cinco veces, y cada infusión revela nuevos matices, ajustándose el tiempo en cada etapa.
Sin embargo, el Gong Fu Cha no se limita a gestos precisos. También es una invitación a ir más despacio y prestar toda la atención a las sensaciones que produce el té. Cada etapa, desde el enjuague de las hojas hasta el último sorbo, está diseñada para despertar los sentidos: la vista para admirar el color de la infusión y la belleza de las hojas que se despliegan, el olfato para inhalar las sutiles fragancias, el tacto para sentir el calor de los utensilios y, por supuesto, el gusto para explorar las capas de aromas que se revelan con cada infusión. El momento de la degustación se convierte en un espacio para la contemplación, un puente entre lo cotidiano y lo excepcional.
Más allá del ritual, cada tipo de té tiene sus propias virtudes: el té verde purifica y revitaliza, el té negro calienta y facilita la digestión, el té blanco refuerza la inmunidad y calma, mientras que los tés fermentados como el Pu'er favorecen la salud intestinal. Esta ceremonia, arraigada en la filosofía china y en la vida cotidiana, invita a saborear el momento presente, transformando cada taza en un viaje multisensorial, que seguro descubrirá en su viaje al sur de China.