Una población culta
Bahrein fue el primer país del Golfo en introducir un sistema de educación pública. En 1919 se abrieron dos escuelas elementales para niños, seguidas al año siguiente por una escuela para niñas, toda una revolución en la región. Aún hoy, la enseñanza primaria y secundaria es gratuita, mientras que la universidad pública se financia con un generoso sistema de becas. El país tiene un alto índice de alfabetización, fruto de una larga tradición: el archipiélago fue en su día un centro de estudios islámicos que floreció en la Edad Media. Pero este sistema coexiste con numerosas escuelas públicas, a menudo favorecidas por familias adineradas, que no dudan en enviar a sus hijos a Londres, Bombay o Beirut. La Universidad de Bahrein, fundada en 1968, forma hoy a jóvenes ambiciosos, cada vez más presentes en todos los sectores de la sociedad.
El papel único de la mujer
En la península arábiga, el estatus de la mujer bahreiní es excepcional. Pueden conducir, viajar solas y abrir una cuenta bancaria sin permiso de un hombre, libertades a veces prohibidas en algunos países vecinos. Desde 2002, tienen derecho a votar y presentarse a las elecciones. Aunque algunas optan por la vestimenta occidental, muchas siguen llevando la yihaba, un largo vestido tradicional a menudo bordado en oro o plata. El velo es opcional; el niqab, más raro, lo llevan a menudo las turistas saudíes. En las calles de Manama, es frecuente cruzarse con mujeres elegantemente vestidas con marcas francesas o italianas. Sin embargo, a pesar de su alto nivel de educación, las mujeres siguen confinadas principalmente a la función pública. Unas pocas están rompiendo el techo de cristal, como Mai Al Khalifa, ex ministra de Cultura, que ha impulsado una amplia política de valorización del patrimonio, sin aparecer nunca con velo en público.
El matrimonio, pilar social
En Bahréin, el matrimonio sigue siendo un asunto serio, a menudo visto como una alianza entre dos familias más que como una unión sentimental. Aunque los matrimonios concertados son cada vez menos frecuentes, las relaciones románticas sin la aprobación de los padres siguen estando mal vistas. El compromiso da lugar a negociaciones sobre la dote, que tradicionalmente se paga en oro o joyas. Durante las celebraciones, los hombres y las mujeres están separados, y los cónyuges sólo se reúnen al final. Estas celebraciones pueden reunir hasta mil invitados durante varios días. Pero también en este caso las costumbres están cambiando: las parejas jóvenes exigen más libertad, las uniones por amor son cada vez más habituales y las ceremonias se internacionalizan.
Una sociedad cosmopolita
Desde la antigüedad, Bahrein ha acogido a viajeros y comerciantes de todo el mundo. Comerciantes indios, colonos portugueses y luego expatriados occidentales han dado forma a una sociedad abierta, orgullosa de su tolerancia. A diferencia de otros países del Golfo, los bahreiníes no viven todos en barrios cerrados y trabajan en todos los sectores, desde taxis a restaurantes. La convivencia con comunidades extranjeras, sobre todo del subcontinente indio y Filipinas, suele ser armoniosa. El inglés está muy extendido, sobre todo en los negocios y la enseñanza superior.
La diversidad cultural también se refleja en las prácticas culinarias: en Manama se pueden encontrar restaurantes indios, filipinos, tailandeses y libaneses, además de marcas occidentales. A los bahreiníes les gusta salir con la familia y los amigos, y los centros comerciales suelen utilizarse tanto como lugares para pasear como para ir de compras. Los fines de semana, muchas familias se reúnen allí para compartir una comida, ir de compras o simplemente disfrutar del aire acondicionado en un país donde las temperaturas rozan los 45 grados en verano. Cafeterías de moda, salones de chicha y cadenas internacionales como Starbucks se codean con cafés tradicionales donde la gente toma té con leche o café con cardamomo. Esta cohabitación de lo viejo y lo nuevo es un reflejo de la sociedad bahreiní: arraigada a sus tradiciones pero curiosa por el mundo.
Los códigos de cortesía
La convivencia es una virtud cardinal en Bahréin. Pero obedece a reglas precisas. Cuando un hombre conoce a una mujer, debe esperar a que ella le tienda la mano. Si no lo hace, puede ponerle la mano en el pecho en señal de respeto. Los hombres cercanos se saludan con un beso en la mejilla. Si te invitan a casa de alguien, quítate los zapatos al entrar, cruza las piernas sin dirigir los pies hacia la mesa y come con la mano derecha. Acepta todo lo que te ofrezcan, aunque sea dejar un poco en el plato por cortesía. Lleva un pequeño obsequio, como bombones, pero nunca alcohol. Y no olvides que al invitado de honor se le suelen servir los bocados más nobles... como la cabeza de oveja.
Entre tradición y apertura
La vida social bahreiní, estructurada por valores islámicos, está sin embargo en constante cambio. Fiestas religiosas como el Eid y la Ashoura se celebran en un espíritu de comunidad, pero también de pluralismo. La presencia de iglesias, templos hindúes e incluso una sinagoga atestigua una relativa tolerancia cultural. Las nuevas generaciones, conectadas y educadas, redefinen poco a poco los contornos de las costumbres tradicionales. De este modo, Bahréin está logrando un equilibrio entre la lealtad a sus raíces culturales y la apertura al mundo, entre la herencia tribal y el deseo de un mayor individualismo.
Los jóvenes desempeñan un papel clave en esta evolución. Muy conectados, se expresan libremente en las redes sociales, debatiendo sobre política, religión y género con una audacia impensable hace veinte años. YouTubers, artistas, influencers de estilo de vida y activistas feministas encuentran su público en Bahréin, a veces incluso dentro de la diáspora. Aunque las autoridades vigilan los contenidos críticos, sigue habiendo cierta libertad de tono, sobre todo cuando se trata de temas sociales. Los debates sobre los derechos de la mujer, la educación sexual y el medio ambiente demuestran que se está produciendo un cambio cultural.
Por último, la sociedad bahreiní sigue estructurada en torno a la tribu y el vínculo comunitario. Aunque los lazos familiares son muy fuertes, las relaciones intergeneracionales están cambiando. Los jóvenes exigen mayor autonomía, respetando al mismo tiempo a sus mayores. El individualismo está en alza, sin romper la solidaridad tradicional. Los viernes, día de descanso semanal, siguen dedicándose a comidas familiares, visitas a parientes y reuniones comunitarias. De este modo, Bahrein combina modernidad, respeto a los mayores y apertura al mundo.