Fauna por descubrir

En la isla principal de Bahréin, hace falta un poco de paciencia y mucha suerte para avistar el mamífero más emblemático de la isla y, sobre todo, el único endémico del archipiélago: la gacela de arena o gacela boba. Cazadas por su carne y su cuero, estas gacelas casi habían desaparecido. Gracias a los esfuerzos del Rey, su número se ha estabilizado, y en la isla privada de la familia real se han reservado vastas zonas desérticas para que se reproduzcan con total seguridad. Pero también hay otros mamíferos. La liebre árabe, el erizo orejudo, la mangosta de Eduardo, el jerbo egipcio, varios murciélagos y el oryx árabe, reintroducido por el propio Rey. También hay varias especies de serpientes, inofensivas para el ser humano, y lagartos como el pato látigo, cuyo nido puede alcanzar un metro de altura.

Las islas Hawar: un santuario de aves

Las islas Hawar son un auténtico paraíso para los observadores de aves de todo el mundo. Se han registrado casi 340 especies de aves. La gran mayoría son aves migratorias en escala. Muchas de las islas del archipiélago están deshabitadas, y la ausencia de depredadores las convierte en refugios perfectos. Flamencos rosados, garzas, charranes caspios... Hawar se transforma regularmente en una pajarera al aire libre. Pero hay una especie en particular que destaca. Cerca de 200.000 cormoranes de Socotra acuden aquí en invierno para poner sus huevos. En cuestión de días, o incluso de horas, las islas se cubren completamente de aves, volviéndose tan negras como el plumaje de los cormoranes.

Pero también vienen a anidar otras aves emblemáticas de los países árabes, como el halcón tizón, en peligro de extinción. Símbolo de la cetrería árabe, fue capturado durante mucho tiempo por sus habilidades cinegéticas. Hoy, la especie está casi extinguida. Originario de Madagascar, la deforestación masiva de la isla está destruyendo su hábitat. Y cuando migra en primavera a las islas del Golfo Pérsico, este halcón corre el riesgo de ser capturado por cazadores furtivos. Pero aún hay esperanza. En los últimos años, los biólogos han observado que varios halcones anidan en Hawar para reproducirse. El gobierno ha tomado medidas para proteger su reproducción lo mejor que puede. Cuando llegan los halcones, está prohibido visitar o incluso sobrevolar ciertas islas. Pero que no cunda el pánico: con unos buenos prismáticos, se pueden observar desde el mar.

Biodiversidad marina excepcional

Aunque la vida terrestre ha podido resistir las duras condiciones de los desiertos de Bahrein, es sobre todo en el mar donde la biodiversidad del Reino es más significativa. Su litoral y sus fondos marinos figuran entre los más renombrados de la región. Las aguas del archipiélago son poco profundas y ricas en nutrientes. Por eso albergan uno de los ecosistemas marinos más importantes del Golfo Pérsico. Aún quedan numerosas praderas marinas, arrecifes de coral y grandes colonias de dugongos. Estos grandes mamíferos marinos, ahora en peligro de extinción, son herbívoros que pueden medir hasta tres metros y pesar 400 kg. Se alimentan en estas vastas praderas submarinas. Frente a Bahréin también se pueden avistar tortugas verdes, rayas, caballitos de mar y varias especies de delfines, como el delfín mular del Indopacífico y el delfín jorobado del Indopacífico. Los arrecifes de coral, aunque debilitados por el cambio climático, albergan multitud de peces tropicales, entre ellos peces mariposa, peces loro y meros. En resumen, Bahréin es un paraíso para los buceadores.

Flora del desierto

Para las especies vegetales, sobrevivir en Bahrein es todo un reto. Aunque casi toda la isla está cubierta de desierto, otro gran obstáculo ha modelado los paisajes bahreiníes: la sal, casi omnipresente en la isla. Como consecuencia, en todo el sur de la isla la vegetación es escasa y rala, pero ha sabido adaptarse a estas condiciones extremas. El símbolo más llamativo es el árbol de la vida, una acacia de más de 400 años que ha crecido en pleno desierto. Es el único signo de vegetación en kilómetros a la redonda. Lo más increíble es que nadie sabe realmente de dónde saca el agua esta Prosopis cineraria. Según algunos botánicos, sus raíces son lo suficientemente largas como para llegar a un arroyo subterráneo situado a más de 3 kilómetros de distancia. Otros creen que sus hojas captan la humedad ambiental.

Pero el árbol más emblemático de Bahrein es obviamente la palmera datilera, Phoenix dactylifera, el árbol del desierto por excelencia. Su fruto ha alimentado a beduinos y bahreiníes desde la noche de los tiempos. Hoy, producidos a escala casi industrial, los dátiles bahreiníes figuran entre los mejores del mundo. Deliciosos frescos en verano, son igual de sabrosos secos. Aunque la palmera resiste la salinidad del suelo, es necesario un mantenimiento constante y un riego diario. Los palmerales, por tanto, necesitan regadío, y se concentran en la Gobernación del Norte y alrededor de la ciudad real de Riffa. Las palmeras del Rey son famosas por producir los mejores dátiles del país.

Retos medioambientales y esfuerzos de conservación

Sin embargo, el rápido desarrollo del país y la proliferación de proyectos de islas artificiales han transformado profundamente el equilibrio natural. El relleno de las costas, los residuos industriales, la contaminación del agua y el aumento de las temperaturas amenazan los ecosistemas marinos y terrestres. Los arrecifes de coral han perdido densidad, algunos humedales han desaparecido y la fauna terrestre es cada vez más escasa.

Ante estos retos, el gobierno bahreiní ha puesto en marcha una serie de iniciativas de conservación, como la creación de reservas, campañas de reforestación en zonas agrícolas y programas de protección de especies marinas. En 2021 se adoptó un plan nacional de biodiversidad para identificar y proteger mejor las especies locales.

Pero el equilibrio sigue siendo frágil. Entre la presión demográfica, los imperativos económicos y el deseo de preservar un patrimonio natural precioso, la biodiversidad del Reino se encuentra en una situación precaria. Pero en este archipiélago, la naturaleza, aunque amenazada, sigue estando en el corazón de la identidad de sus habitantes.