Perfumes

Producidos principalmente en Grasse, capital mundial de los perfumes, se elaboran mediante distintos métodos de extracción de odorantes naturales, como la destilación o el enfleurage, utilizados sobre todo para las flores llamadas "frágiles", como el jazmín. Fragonard, Molinard y Galimard representan la trinidad de perfumistas con los que encontrará inevitablemente su felicidad olfativa.

Velas perfumadas

En el país de los aromas y los perfumes, ¿qué hay más natural que encontrar velas perfumadas? Numerosas cererías artesanales ofrecen velas con una gran variedad de aromas, especialmente en la región de Grasse. Fundidas en un vaso de cristal, terracota o metal, sus fragancias son infinitamente variables.

Relojes de sol

Aquí, el arte de construir relojes de sol se remonta a la Alta Antigüedad, cuando la posesión de un reloj era un lujo reservado a los más afortunados. Para saber la hora, el pastor encontraba en sus pastos una forma rudimentaria pero eficaz: plantar un palo (o gnomon) verticalmente en el suelo y observar después el movimiento de su sombra. En la actualidad, existen tres tipos de relojes de sol: el reloj de sol itálico, que cuenta las horas desde la puesta de sol del día anterior; el reloj de sol clásico, con líneas horarias graduadas; y el reloj de sol babilónico, que cuenta las horas desde la salida del sol. Con el tiempo, el reloj de sol se convirtió en un medio de meditación, una invitación a reflexionar sobre el inexorable paso del tiempo. El reloj de sol del campanario de Saorge, pequeño pueblo encaramado al río Roya, fue diseñado en 1880 y lleva esta cita del poeta italiano Leopardi: "A me il sol, a te lo studio", que puede traducirse como "A mí el sol, a ti el estudio". El convento de Saorge, cerca de la frontera italiana, tiene nada menos que once relojes de sol. El pueblo de Coaraze, en el interior de Niza, también es conocido como el pueblo de los relojes de sol, porque cada fachada está decorada con uno. Algunos incluso fueron diseñados por Jean Cocteau.

Los santones

Estas pequeñas estatuillas de arcilla de origen religioso recrean el mundo de la Provenza. Muchos turistas de la Costa Azul se las llevan a casa como recuerdo. La pastoral de antaño ofrece la oportunidad de contar y representar los oficios, los gremios tradicionales o todo un pequeño pueblo capturado in situ, con su atuendo habitual: el molinero, el pastor, el cura, la lavandera, la hilandera con su rueca, el panadero con su pan bajo el brazo, el pescador con su pez al final de su sedal (Bartoumieu), el labrador más bien tonto (Ravi), el ayuda de cámara más bien simplón que sonríe felizmente sin saber por qué, llevando su gorro de noche con pompón (Gigé)... Todo el pueblo se encuentra así en el catre. El arte de los santones pierde así un poco el carácter religioso que tenía en el siglo pasado en torno al catre donde el buey y el burro están uno al lado del otro. Hoy permite representar pueblos enteros con antiguas casas de labranza, caseríos, aldeas de calles estrechas, rebaños de vacas y ovejas. Se distingue entre los santones estandarizados de producción industrial y los santones artesanales, más caros, que se moldean uno a uno en un molde de escayola y luego se decoran a mano con un lujo de detalles que hace de cada uno una auténtica pequeña obra de arte. Muchas ciudades celebran una feria del santón durante el mes de diciembre.

Vajilla artesanal

Alfarería

En torno a Vallauris existe una larga tradición alfarera que realza objetos cotidianos como vajillas esmaltadas y baratijas artísticas, cuya finalidad puramente decorativa se asemeja a la belleza de la cerámica antigua: candelabros, incensarios, vasos de panza, etc

Los vasos soplados de Biot

prestigioso heredero de una tradición milenaria, el vidrio fundido, amasado por sopladores de vidrio, se transforma en una jarra, un candelabro o un jarro, haciendo que cada pieza sea única. El proceso es complejo y requiere cierta destreza: el vidriero recoge una gran gota de vidrio fundido del horno con la punta de su bastón. Luego la hace girar instantáneamente para evitar su cuajado inmediato, la hace rodar sobre una mesa de hierro fundido llamada mármol y sopla en la varilla, formando una pequeña bola roja en forma de pera: es el primer esbozo de la pieza. El vidriero coge el vidrio por segunda vez y hace rodar la bola de vidrio fundido en un trozo de madera húmeda, el mazo. Sopla mientras gira regularmente su bastón y da a la pieza la forma deseada con unas pinzas metálicas, los hierros. A continuación, hay que actuar muy deprisa antes de que baje la temperatura: el vidriero infla la pieza soplando en su bastón y redondea, aplana o alarga la pieza para darle su forma definitiva. Por último, coloca el asa y la funde, y a continuación desprende la pieza, que ya se ha enfriado considerablemente. Viendo trabajar a los vidrieros, uno tiene la impresión de que es muy fácil. Sin embargo, se necesitan diez años de formación para dominar por completo esta técnica.

Bolas de petanca

Desde la antigüedad, el juego de habilidad de colocar objetos en el aire se ha practicado de diversas maneras. Se suele decir que los legionarios romanos lanzaban guijarros pulidos por el mar o por el lecho del Durance. Para fabricarlas, utilizaban bolas de madera torneada, pero la madera seca se agrietaba con el impacto. En el siglo XIX, los artesanos se especializaron en la fabricación de bolas de boj totalmente tachonadas: en aquella época se utilizaban hasta 1.200 clavos, ¡y se necesitaban nada menos que doce horas de trabajo artesanal para fabricarlas! En 1923 aparecieron las primeras bolas de bronce fundido. Hoy, cada bola es el resultado de un largo proceso industrial. El nombre de "petanca" procede de la palabra provenzal tanca, que significa "ficher", "plantar derecho", porque antes de lanzar hay que mantener los pies curtidos (inmóviles).