Qué ver y hacer Sigiriya

La fortaleza de Sigiriya es Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO desde 1982. Se recomienda la visita a primera hora de la mañana o a última de la tarde para evitar el calor.

La historia. En el siglo^V, Dhatusena gobernaba Anuradhapura. Tuvo dos hijos, Mogallana y Kasyapa. Para obtener el trono que le correspondía a su hermano mayor, Kasyapa primero conspiró contra su padre, lo asesinó y luego expulsó a Mogallana. Mogallana se refugió en la India tras jurar que volvería para vengar la muerte de su padre. Atormentado por esta idea, el rey regicida pronto decidió abandonar Anuradhapura y establecerse en Sigiriya, donde construyó una fortaleza inexpugnable y vivió una vida recluida por temor al regreso de su hermano mayor. Dieciocho años después, Mogallana regresó al frente de un ejército y, a pesar de la magnífica estructura, Kasyapa y sus tropas no pudieron resistir el asedio. Hambriento y agotado, Kasyapa se resignó a entregarse a su hermano, que lo ejecutó. Tras recuperar el trono usurpado, Mogallana abandonó Sigiriya, la efímera capital del 477 al 495.

Los jardines reales.

El camino que lleva al pie de la fortaleza atraviesa agradables jardines (jardines de agua, jardines de piedra y jardines en terrazas). Tras los magníficos estanques, se encuentran rocas caídas y varias cuevas, que probablemente se utilizaban para albergar a los monjes. Una de las más famosas es la llamada Cueva del Capuchón de la Cobra, por la forma de la roca que tiene encima. Todas estas cuevas han sido descubiertas recientemente por excavaciones de la Unesco.

Las damiselas de Sigiriya. Merece la pena ver estos famosísimos frescos rupestres, a los que se accede por una escalera de hierro en espiral en la que quizá haya que esperar pacientemente, ya que el número de personas que pueden utilizarla simultáneamente es limitado. Dibujadas en la pared de un refugio bajo la roca, representan a las que han sido llamadas las Damiselas de Sigiriya -si se dice que Kasyapa estaba rodeado de mil cortesanas, probablemente se trate más bien de una representación de asparas, las ninfas celestiales de la religión hindú conocidas por su gran belleza. Originalmente, había unos quinientos retratos de mujeres jóvenes en la galería de la mitad de la colina. Hoy en día sólo quedan veintiuno, protegidos de la luz y la intemperie, de los cuales diez se encuentran en un notable estado de conservación.

El muro de los espejos.

Siguiendo hacia la parte superior, se pasa por un muro "espejo" (el estuco que lo recubre estaba originalmente tan perfectamente pulido que se podía mirar en él). Este muro está cubierto de grafitis, algunos de los cuales son en realidad prosa y poemas escritos entre los siglos VII y XVIII por ilustres visitantes.

La puerta del león.

A continuación, llegamos a una meseta donde encontramos la puerta del león. Todo lo que queda de la gigantesca estatua del león que hacía guardia y sin duda aterrorizaba a los visitantes son las imponentes patas que descansan a ambos lados de una primera escalera. A continuación, hay que reanudar la ascensión subiendo los peldaños de una escalera metálica incrustada en la pared rocosa.

La cumbre.

Al llegar a la cima de la roca, a 180 m de altura, se observa que poco queda del palacio: unos cimientos y parte de una escalera... Sólo la piscina real está perfectamente conservada.

Pidurangala es un promontorio rocoso, a un kilómetro en línea recta al norte de la fortaleza de Sigiriya (3 kilómetros por carretera). Alberga un antiguo complejo monástico budista, el Templo de la Cueva de Pidurangala. Este monasterio fue creado en el siglo^V por el rey Kashyapa. El acceso se realiza a través del nuevo Pidurangala Vihara, luego se suben unas empinadas escaleras hasta el antiguo templo con su gran estatua de Buda reclinado, y luego se sube un poco hasta la cima. Desde la cima de la roca, la vista sobre Sigiriya y sus alrededores es fantástica.