Pérdidas preocupantes

Según un estudio publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), el deshielo se ha acelerado en las últimas décadas. Cada año se sigue formando hielo nuevo, pero no tanto como el que se derrite. La pérdida de hielo en la década de 1990 fue de unos 41.000 millones de toneladas al año, frente a 187.000 millones en 2000 y 286.000 millones en 2010. Desde 1972, el nivel del mar ha subido 7,5 cm desde la década de 1990 y aumenta 3,2 mm cada año. La mitad de este aumento se debe al deshielo de los últimos ocho años. Además, el vertido de agua dulce en los océanos está cambiando su composición química y afectando a la biodiversidad. Los cazadores de focas y balleneros de Qaanaaq afirman que el hielo marino es hoy un metro más fino que antes.

Efectos inciertos

Otro fenómeno preocupante se ha puesto de manifiesto recientemente en un estudio publicado en la revista Nature: la aparición de densas "manchas de hielo" en la capa de hielo de Groenlandia, que forman una barrera impermeable que impide que el agua de deshielo se drene. Entre 2001 y 2014, estos parches aumentaron su tamaño en 65.000 km², una superficie más de dos veces mayor que la de Bélgica. Según los investigadores, cuanto más se expandan estas placas, más contribuirá la capa de hielo al aumento del nivel del mar. Si la capa de hielo de Groenlandia desapareciera por completo, el nivel del mar subiría 7 metros. Todos los años, los icebergs de la extensión de la capa de hielo se rompen en espectaculares fenómenos conocidos como calving. El famoso glaciar Jakobshavn es el que se funde más rápidamente. En la costa oeste de Groenlandia, 250 km al norte del Círculo Polar Ártico, el gélido fiordo de Ilulissat se considera un símbolo del calentamiento global. Desde 2004 es Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Es un lugar privilegiado para observar el deshielo de los glaciares, y lo visitan muchos climatólogos y turistas. El centro de observación Icefjord Center de Ilulissat, abierto al público desde 2021, recibe a los visitantes en una sublime estructura diseñada por el arquitecto Dorte Mandrup. El centro ofrece exposiciones, conferencias e información sobre senderismo en los alrededores.

En la COP21 de 2015, Vittus Qujaukitsoq, ministro de Finanzas, Recursos Minerales y Asuntos Exteriores de Groenlandia en aquel momento, afirmó que el cambio climático en Groenlandia debía considerarse una prioridad política, y subrayó la importancia de incorporar los conocimientos y la experiencia inuit sobre el tema. El Instituto de Recursos Naturales de Groenlandia vigila continuamente los cambios físicos y químicos que afectan al territorio. Es el centro neurálgico de las actividades de investigación científica en el país, con especial atención a los recursos biológicos del mar. El Centro de Investigación Climática de Groenlandia participa en varios proyectos destinados a mejorar la comprensión de los procesos que afectan al hielo marino y su propagación. Además del hielo marino, se realizan investigaciones en diversos ámbitos de las ciencias naturales y sociales, a menudo en colaboración con institutos de investigación daneses y extranjeros.

Estilos de vida afectados

El cambio climático está teniendo un impacto directo en el estilo de vida de Groenlandia. La temporada de verano es más larga y cálida. Las temperaturas más cálidas han ampliado las temporadas de pesca y fomentado la llegada de nuevas especies como la caballa, el arenque, el atún rojo del Atlántico y el bacalao. La mayoría de los lugareños ven en ello una oportunidad. Del mismo modo, la agricultura se está desarrollando en zonas que antes eran demasiado hostiles. Se cultivan sobre todo patatas y fresas. Por otra parte, el uso de perros de trineo para la caza está disminuyendo, debido a la delgadez del hielo. Ahora se utilizan más para el turismo. También ha surgido otra actividad: el comercio de agua de iceberg, con fama de ser muy pura. Se vende en botellas de un litro o se utiliza en preparados a base de alcohol.

Hasta hace poco, la alta mar del Océano Ártico Central estaba cubierta de hielo durante todo el año, lo que hacía imposible pescar en esas aguas. Para evitar que las actividades pesqueras aceleren la alteración, en 2018 se alcanzó un acuerdo internacional que prohíbe toda la pesca comercial en alta mar en el Océano Ártico Central durante al menos 16 años. Lo firmaron la Unión Europea, Canadá, China, Dinamarca -que actúa en nombre de Groenlandia y las Islas Feroe-, Islandia, Japón, Corea del Sur, Noruega, Rusia y Estados Unidos.

La búsqueda de nuevos recursos

Otra consecuencia del calentamiento global es que la tierra liberada del hielo es rica en uranio y tierras raras, materiales utilizados en las nuevas tecnologías y, por tanto, muy codiciados. Una empresa australiana ha identificado un yacimiento y estima que puede ser la mayor reserva del mundo. Sin embargo, la extracción de estos materiales no estará exenta de un importante impacto medioambiental. El subsuelo del país también alberga recursos naturales como petróleo, gas, oro y diamantes. Según algunas estimaciones, las reservas de petróleo de las aguas costeras de la isla representan la mitad de las reservas de petróleo del Mar del Norte.

Además, el calentamiento global está abriendo en el Ártico rutas marítimas antes intransitables. Estas rutas frente a Groenlandia permiten transportar mercancías varios días más rápido entre Asia, Europa y los puertos de la costa este estadounidense. Por ello, el país suscita ahora un gran interés geoestratégico. En el verano de 2019, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció que estaba interesado en comprar el territorio de Groenlandia. La propuesta provocó reacciones tanto indignadas como divertidas. Dinamarca respondió que el territorio no estaba en venta. Pero el asunto es más serio de lo que parece. Estados Unidos tiene intereses reales aquí, al igual que China, que quiere desarrollar actividades mineras y de transporte como parte de su proyecto de desarrollo global de las Nuevas Rutas de la Seda. Rusia también tiene sus ojos puestos en el territorio por razones militares. Para los independentistas, este renovado interés y las posibles repercusiones económicas se consideran una oportunidad. Según el acuerdo firmado con Dinamarca en 2008, la provincia sólo podrá emanciparse plenamente si consigue prescindir de sus subvenciones, que actualmente suponen el 60% de su economía.