Artesanía natural Iles grecques

A unos veinte minutos del puerto y del casco antiguo, a pocos kilómetros del centro de la ciudad de Corfú, esta es «la postal» por excelencia, la imagen más emblemática de la isla. Porque Kanoni sigue siendo una de las curiosidades más célebres de Corfú. Es difícil resistirse. Prueba de ello: hoy es aún el sitio más fotografiado. Este islote, unido a Corfú por un largo dique, alberga una bonita y pequeña iglesia encalada, completamente blanca. Aunque el lugar debe su nombre a un cañón abandonado por las tropas napoleónicas, su historia destaca sobre todo porque allí es donde se hallaba la capital de la isla durante la Antigüedad. Sin embargo, a excepción de dos puntos de excavación, los arqueólogos nunca han llevado a cabo realmente investigaciones en el lugar. En cambio, los ocupantes británicos pusieron patas arriba la pequeña punta del noreste de la península para emplazar la villa Mon Repos. Esta residencia, rodeada por un inmenso parque, vio nacer en 1921 al príncipe Felipe de Edimburgo, marido de la reina de Inglaterra, antes de pasar a manos de la familia real griega y ser cedida luego al Estado griego. Hoy alberga un museo. El parque (abierto de 8 a 19 h, entrada gratuita) permite acceder a los islotes de Vlacherna y Pondikonissi. La tradición popular asocia esta isla al barco de los feacios, que tras llevar a Ulises a Ítaca fue petrificado por Poseidón: Según Homero, este pequeño rincón de tierra no es más que el barco que llevó a Ulises hasta Ítaca. Este islote parece haber inspirado al pintor suizo Boecklin para su obra La Isla a los Muertos. Una vez allí, visite la pequeña iglesia (del siglo XIII) rodeada de cipreses. En la pared, las placas recuerdan el paso por el lugar de la emperatriz Isabel de Baviera y de su hijo Rodolfo.
Pero es mejor estar prevenido, porque este paisaje se lo merece. Solo una (pequeña) pega a este cuadro idílico: probablemente no sea el único que querrá visitarlo. Así que para esquivar los autobuses de turistas, inevitables en Corfú en temporada alta, le aconsejamos ir temprano, muy temprano. Lo ideal, si ha alquilado un coche, es ir por la mañana al amanecer y tomar un poco de altura. No lo lamentará. En ese preciso momento el espectáculo es magnífico, con los primeros rayos de sol que iluminan a la vez los dos islotes vecinos de Corfú: el monasterio de Vlacherna en primer plano, en el primer islote, conectado al puerto únicamente por un dique, Pondikonissi, la roca en la que habría varado Ulises y, por último, la iglesia de Pantokrator a la izquierda.

Según la creencia cristiana, san Juan, exiliado en Patmos por el emperador romano Domiciano, habría tenido en esta cueva la visión del Apocalipsis en el 95 d. C. Vivía en esa cueva con su discípulo Prócoro en el momento de la revelación. Un icono en el fondo de la cueva ilustra esta visión, mientras que las huellas en la pared se atribuyen al evangelista. En la azotea, una triple fisura sería debida a la presencia de Dios. Desde la cueva de san Juan se ve el mar Egeo, y Skala más abajo. Las vistas son paradisíacas y es difícil imaginar alguna visión de terror o del fin del mundo en este marco… La gruta es de una total sencillez: fue catalogada como Patrimonio Mundial de la Humanidad por la Unesco en 1999 como testimonio de la importancia religiosa del lugar, centro de peregrinación de la cristiandad.

La cueva se encuentra a medio camino entre Skala y Chora. Un antiguo sendero bizantino la comunica con el monasterio de San Juan el Teólogo en Chora. Se puede recorrer, pero evite las horas más calurosas porque no hay sombra y el sendero sube.