Creencias y religiones

Animismo. Según esta creencia, la naturaleza está gobernada por almas o espíritus análogos a la voluntad humana: las piedras, el viento, los animales. El animismo no pretende unir a los pueblos y no se somete a una verdad única e indivisible. Hay muchas formas de animismo. Hay similitudes, pero también diferencias entre clanes no muy alejados geográficamente. En este punto, conviene señalar que los tótems no funcionan como iconos o ídolos, sino como vínculos simbólicos entre la Naturaleza y lo Sagrado. El término «animismo» (del latín anima, «alma») fue acuñado por el médico alemán Georg Ernst Stahl para refutar la separación cuerpo-alma y oponerle una visión del alma que abarca a todo el ser humano. En los países escandinavos, junto al cristianismo, existe un trasfondo animista. Hay dos tipos principales de animismo: el chamanismo, que sostiene que solo algunos individuos raros pueden comunicarse con las divinidades a través del trance; o, como el vudú, una concepción que considera que es la propia divinidad la que llega a tomar posesión de los individuos.

Chamanismo. En estas latitudes boreales, donde el hombre lucha constantemente contra los elementos, no es de extrañar que el chamanismo haya encontrado un terreno favorable. El noaidi (o chamán), intermediario entre el mundo de los espíritus y el de los vivos, podía, entrando en éxtasis, interpretar los secretos del más allá y transmitirlos a su pueblo. Para ello se ayudaba de un tambor mágico o el joik (canto ancestral embrujado). El tambor mágico, de forma ovalada, está dividido en tres partes que representan los espíritus del Cielo, la Tierra y el Hombre. Cada una de estas partes está decorada con dibujos simbólicos que el hechicero sabe interpretar. Estos dibujos están pintados con saliva enrojecida por la corteza de aliso. El brujo coloca la baqueta adivinatoria (arpa) sobre el parche del tambor, luego canta siguiendo el compás y, la mayoría de las veces, entra en trance. El tambor era el accesorio más importante del noaidi. El ritmo del tambor, acompañado del canto del joik, permitía al noaidi acceder al éxtasis y al alma separarse del cuerpo para viajar por el cosmos. Durante estos viajes, el chamán podía curar enfermedades o alejar peligros mortales.

La historia del chamanismo

Mucho antes de nuestra era, los chamanes sami eran famosos en toda Escandinavia. Ya se les mencionaba en las sagas islandesas. En el relato de su viaje a Laponia, el dramaturgo del siglo XVII Jean-François Regnard (uno de los primeros franceses que se aventuró al norte como turista) afirma haber sido testigo de manifestaciones asombrosas. El propio zar de Rusia, Iván el Terrible, viajó a Laponia con el único propósito de consultar a un hechicero «de los confines de la tierra». Durante la evangelización forzosa de los sami, los misioneros luteranos quemaron los tambores mágicos (hoy quedan menos de cien) y algunos noaidi fueron ejecutados. Los cultos animistas dieron paso a grandes fiestas cristianas como la Pascua, consagrada a las bodas de los samis y a las competiciones tradicionales de lazo y carreras de renos. El cristianismo no se impuso definitivamente en Noruega hasta la muerte de san Olav en 1030. Sin duda, fueron los pueblos sami del extremo norte los más tenaces en preservar sus antiguas creencias. Esto explica por qué, durante muchos siglos, los sami fueron acusados de practicar la brujería. De hecho, la actividad misionera en Laponia no despegó realmente hasta los siglos XVII y XVIII.