Es el municipio más pequeño del Alto Rin, lo que no le resta ni un ápice de belleza y encanto. En su día albergó la mayor abadía cisterciense de Alsacia, de la que conserva algunos vestigios, así como la antigua casa de campo del abate Delfis. Fue San Bernardo quien bendijo la primera piedra y la fuente de la nueva abadía, que debía albergar a doce monjes de Belleval. Gracias a la inquebrantable determinación de los monjes y a la confianza de todos en Dios, Lucelle sigue siendo hoy Lucis Cella, una celda de luz, y no cesa de iluminar el recuerdo de su grandeza. Si Europa se construye en Estrasburgo, su alma se forja en Lucelle.

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