LES BATELIERS

Al parecer, en su origen, el edificio situado entre el Sambre y el corazón de la ciudad sirvió de refugio a la abadía de Villers-la-Ville. A ^{mediados del} siglo XVIII, el arquitecto tudesco Jean-Baptiste Chermanne lo transformó en una magnífica mansión para los condes de Groesbeeck de Croix. Adquirido por la ciudad de Namur, el edificio volvió a cambiar de vocación y se convirtió en museo de artes decorativas en 1935. A partir de los años cincuenta se convirtió en un museo. Hoy en día, Les Bateliers es más que un museo: se está convirtiendo en un polo museístico que reúne el Museo de Artes Decorativas (del siglo ^XVIII al ^XX ) y, en el futuro, el Museo Arqueológico. En el momento de escribir estas líneas, esta sección aún está en construcción, pero sabemos que presentará colecciones arqueológicas de la región de Namur y alrededores, desde el Paleolítico hasta la Edad Media. Arquitectónicamente, el centro es una deliciosa mezcla de lo contemporáneo y lo antiguo, incluida una capilla magníficamente restaurada que formó parte de la escuela Saint-Jacques des Bateliers hasta los años ochenta. La sección dedicada a las artes decorativas ha sido concebida para conservar una sensación de inmersión acorde con el lugar. Transportados al Siglo de las Luces, los visitantes ya se benefician de esta renovación, visible tanto en las paredes como en el espíritu. Los temas y las exposiciones se multiplican (se organizan varias al año). Esta magnífica casa urbana se utiliza regularmente como plató para películas, una de las más sonadas Les Visiteurs: La Révolution. Cada año se recrean varias escenas con motivo del FIFF, el festival de cine francófono. Entre las salas del edificio que han permanecido intactas deliberadamente, la cocina, con su gran chimenea y su horno de pan, es un notable ejemplo de la arquitectura ^{del siglo XVIII}. Los establos, antigua casa del cuidador ocupada como tal hasta 2013, presentan unos bonitos abrevaderos de piedra. Se utilizan como espacio expositivo, al igual que la antigua cochera. Detrás, el antiguo invernadero se convertirá en el escenario de un restaurante con vistas al jardín. Este último, verdadero remanso de paz, es una pequeña joya trazada a la francesa, también a la moda del siglo ^XVIII. En su centro, un tulipero bicentenario ocupa majestuosamente el espacio. Pronto unido al Musée Rops por sus respectivos espacios verdes, el centro se convertirá en "L'îlot des Bateliers". Sus jardines, abiertos al público, se podrán visitar durante las horas de apertura del museo.