Enclavada en el fondo de la ría que lleva su nombre, esta localidad costera de casi 2.000 habitantes está resguardada de los vientos marinos de la Costa de la Muerte. Esto es lo que ha propiciado su crecimiento pasado pero también su desarrollo actual como destino turístico, especialmente en torno a la playa de Quenxe. El centro histórico de esta ciudad señorial, declarada bien de interés cultural en 1985, está perfectamente conservado. Su ubicación entre el mar y la montaña, sus viejas calles, su antiguo puerto o su amplio paseo marítimo con numerosos ejemplos de casas galería y arquitectura indiana son dignos de ver. En el centro histórico, no se pierda la casa de los Condes de Altamira, del siglo XV y restaurada en el XVIII, el edificio José Carrera (1924), actual sede del Ayuntamiento, y la iglesia románica de San Marcos (siglo XII ), dedicada al patrón de la localidad. Y si sube al monte Pión, al castillo del Cardenal (también del siglo XV ), disfrutará de una hermosa vista de los alrededores, incluido el faro de Cap de Cee. La ciudad también cuenta con un museo dedicado al tema marítimo. Situado junto a la playa de Quenxe, en una antigua factoría de salazones de pescado, contiene más de 1.000 piezas que recuerdan la vida de los marineros de la Costa de la Muerte. La amplia y tranquila playa de Quenxe está muy cerca. En cuanto a la gastronomía, deléitese con el delicioso marisco que ofrecen numerosos restaurantes.

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