MARIAM KORKOR Y ABUNA DANIEL
Si se ve en la obligación de limitar la cantidad de iglesias a visitar, esta visita es obligatoria. El acceso a las iglesias es duro, pero la vista es espectacular durante todo el recorrido. Tras una corta caminata por los campos al pie del acantilado, se inicia el ascenso por una estrecha y escarpada falla en la que hay tallada una escalera natural. Una vez que se llega al primer nivel, se sigue subiendo directamente por la roca o por un sendero sinuoso, aunque menos vertiginoso.
Finalmente, después de una hora de ascenso, aparece la colorida fachada de la iglesia. El interior, de dimensiones menos precisas, está organizado de forma clásica con tres naves rematadas por una cúpula pintada con motivos de cruz griega. En las paredes arqueadas hay todo un bestiario, animales con cabezas humanas, un monstruo alado, así como otros personajes y escenas bíblicas más clásicas. Estas pinturas, probablemente realizadas por diferentes artistas, datan de un período entre los siglos XIII y XVII. Una vez más, es difícil ser más precisos a falta de estudios extensos y sistemáticos.
No muy lejos, a lo largo de un impresionante precipicio, se encuentra la pequeña iglesia rupestre de Aduna Daniel, formada por dos cavidades ricamente decoradas. Llegar hasta allí resulta mágico, pues la interminable vista que se abre es espléndida. El tabot se llevó a Mariam Korkor, por lo que el santuario se considera desafectado. Antes de iniciar el descenso, el extraordinario paisaje que abarca las llanuras de Hawzien, la sierra de Gheralta y, al este, la sierra de Imbasneity, ayuda a recuperar el aliento.