La ciudad de Flavigny se alza sobre un promontorio rocoso rodeado por tres ríos: el Ozerain, el Recluse y el Verpant. Cercana a la antigua Alesia y catalogada como uno de los pueblos más bellos de Francia, la ciudad debe su nombre a un general de César llamado Flavinius. Se dice que fue este romano quien trajo anís verde de uno de sus viajes. Más tarde, en 719, un señor borgoñón fundó la abadía de Saint-Pierre de Flavigny, ocupada por monjes benedictinos. Bajo la protección de los reyes carolingios, la abadía creció rápidamente y ganó en importancia. Hoy en día, lo que queda de los edificios monásticos es donde se fabrica el anís de Flavigny. Este "buen dulce" ha hecho famoso al pueblo en todo el mundo. Más de 30 empleados trabajan en los talleres de recubrimiento de azúcar, ¡siguiendo la misma receta desde 1591! El delicioso olor a anís le seguirá por todo el pueblo. Una de las joyas de Flavigny-sur-Ozerain es la cripta carolingia de Sainte-Reine, abierta a los visitantes de la abadía. La iglesia de Saint-Genès, del siglo XIII, es otra visita obligada, al igual que la magnífica fachada de la Maison au Donataire. Incluso hoy en día, Flavigny sigue siendo una tierra espiritual, como demuestra la abadía de Saint-Joseph de Clairval. En octubre, no se pierda la feria de Saint-Simon. El resto del año, atrévase a perderse por sus callejuelas y entre en las tiendas de los artesanos locales.

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