MUSEO GOULANDRIS DE ARTE MODERNO
Como hace todo el mundo, llámelo «MOCA». Con toda sencillez. Ni coquetería ni abuso del lenguaje: el Museo Goulandris de Arte Contemporáneo de Andros no tiene nada que envidiar a sus primos atenienses. Creado en 1979 por la Fundación Goulandris —también fundadores del Museo de Artes Cicládicas en la capital— atrae cada año, además de a los turistas de paso por Andros, a los habituales que no faltan a ninguna de sus prestigiosas exposiciones. Pequeño por el tamaño, sorprende por la relevancia de sus colecciones. Añada a ello una concurrencia forzosamente limitada debido a su situación insular, en una ciudad aún poco frecuentada por el turismo de masas, y obtendrá un lugar elegante e inolvidable que le sorprenderá mucho.
Si los Goulandris eligieron Andros para este museo, es simplemente porque se trata de la isla natal de Vassilis Goulandris, heredero de una larga saga de armadores griegos. La familia, amante del arte, reunió, tanto en Atenas como en su isla de origen, obras suntuosas. La construcción inicial del edificio está firmada por el arquitecto griego Stamos Papadakis y ocupa 200 metros cuadrados. Solo en Andros, el museo expone una colección permanente compuesta por 300 obras de artistas griegos: una gran parte de las obras del escultor local Michalis Tompros (1889-1974) son la joya de la colección. También se encontrará con otros grandes nombres, como Tsachouris, Gounaropoulos, Bouzianis o Galanis.
Pero, y este su fuerte, el museo va más allá del horizonte nacional: la colección permanente incluye obras de Picasso, Braque, Matisse y Miró, todos conocidos mundialmente. Y eso no es todo: una nueva ala del museo, obra del arquitecto Christos Kontovounisios, acoge cada verano desde 1986 exposiciones temporales de los más grandes artistas contemporáneos de fama internacional. Cada verano se organiza una gran exposición acompañada de conferencias y de un magnífico catálogo.
Por último, si el museo ofrece una experiencia inolvidable es también gracias a la belleza de su entorno. El elegante edificio de mármol blanco ha encontrado en Chora una ubicación de lujo, en la ladera de una colina, a lo largo de un laberinto de escaleras que descienden hacia el mar. En el patio, un magnífico jardín alberga un café encantador. Nada se ha dejado al azar: incluso los diseños de los jardines realizados por Miranda Spiliotopoulou-Vazaka han ganado premios internacionales de horticultura.