Es difícil no estar impresionado cuando llegamos a Rabaul. Ya en la carretera, la ceniza negra se amontona en los niveles bajos, los árboles escasean. Y, una vez pasado el mercado, es un ambiente de desolación que golpea al visitante. Hace falta un verdadero esfuerzo para imaginar que una ciudad se extendía en el pasado en este campo de cenizas, una ciudad de la que apenas se distinguen las antiguas calles. Todo ello bajo la incesante lluvia de ceniza proyectada por el volcán Tavurvur, siempre activo. Todavía hay dos hoteles abiertos en Rabaul, el puerto sigue en funcionamiento y una parte de la población, amenazada de enfermedades respiratorias, sigue viviendo en las periferia de la ciudad. A pesar de este estado de desolación, Rabaul merece al menos una visita y sin duda una noche para sentir mejor la atmósfera del volcán. Descubrir los alrededores del Tavurvur será un gran recuerdo de un viaje a Papúa. En cuanto a los buceadores, las aguas circundantes les reservan muchas maravillas.

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Arrivée des masques dukduk dans la baie de Rabaul. Philippe Gigliotti
Au pied du volcan Tavurvur. Philippe Gigliotti

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