Una pequeña joya enclavada en una cala entre mar y montaña... Este minúsculo pueblo, que cuenta con muy pocos habitantes durante todo el año, alberga algunas casas, varios restaurantes y una agradable playita de aguas turquesas que hacen las delicias de bañistas y submarinistas. Construida entre los siglos X y XIII, la abadía benedictina domina el pueblo, dándole su nombre. En las profundidades del agua se encuentra la estatua de bronce del Cristo del Abismo. Se aconseja a los visitantes contemplativos que pasen el día o al menos medio día en para disfrutar al máximo de este lugar relajante y atemporal.

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