Es una bonita escapada en la región y una buena oportunidad para sumergirse en la cultura serer. Este pequeño pueblo de unas 2.000 almas, perdido en la tierra entre tostados y baobabs, es auténtico, cálido y agradablemente tranquilo. Fue fundada por un habitante de Djilor Djidiack, Nor Ndé Basse, bisabuelo de Antoine y Songho Basse, que vino con sus hermanos y padres a instalarse en estas tierras en 1886. Católicos y musulmanes viven aquí en perfecta armonía y cualquier ocasión es buena para una fiesta No te pierdas la misa dominical, amenizada por los sonidos del tam-tam y el tar.

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