Situado a 452 km al noroeste de Bangui, Bouar es el chef de la Nana-Mambé. En el corazón del país gbaya, los franceses habían instalado una base militar, las famosas FAO. Por tanto, el conjunto de la economía, y más ampliamente toda la organización urbana, se ha pensado en función de las necesidades y del ritmo de vida de los militares. Las hileras de árboles que delimitan las calles y despejan perspectivas, las villas coloniales cossuas que se alinean orgullosos en los barrios más altitud dan testimonio de aquella época en que Bouar formaba un lugar de veraneo codiciado por los franceses de Centroáfrica. La carretera Bangui-Bouar era entonces totalmente carrulosa (hay que imaginar los convoyes de Citroën traction que atraviesan el país sin dificultades) y Bouar tenía incluso un enlace aéreo directo con París.Muchas cosas han cambiado desde la salida de los militares franceses en 1978. La ciudad parece abandonada. A imagen de esta moderna escuela moderna, prestigiosa. La carretera asfaltada en el centro y en la colina se ha vuelto impracticable, por lo que es mejor conducir en la pista de laterita contigua; los barrios populares, situados principalmente en las zonas cobradas, tienen una gran miseria. Los pocos cuarteles que todavía mantienen pie están ocupados por soldados centroafricanos y las casas construidas por los colonos, de las que sólo quedan las fundaciones, habitadas por los funcionarios. Sin embargo, Bouar sigue siendo una de las perlas de la Centroafricana. Museo vivo de la época colonial, repleto de piedras grises que le dan un encanto indefinible, la ciudad, encaramada en una colina, ofrece un aire menos asfixiante que en Bangui, y unas vistas impresionantes al valle que serpentea hasta Camerún. En la naturaleza, en el descubrimiento de las cascadas, o la pesca en los ríos circundantes, se pueden realizar numerosas excursiones a pie o en bicicleta.Las misiones cristianas son numerosas en la esquina (católicos, adventistas, luteranas, bautistas…). Los tres seminarios (diócesis, carme, capuchino) reunidos en la Yolé merecen la visita: en efecto, constituyen para más de 200 niños un lugar de estudio privilegiado, pero también un lugar de experimentación agropastoral; además, albergan en un museo, que merecería ser destituido, acondicionado y decorado con algunas presentaciones, colecciones muy interesantes de máscaras y objetos artesanales tradicionales. Por último, la ciudad posee un patrimonio único constituido por sus megalatos. Inmensas piedras (clase de menús) que pueden llegar hasta 5 m de altura, reflejan una civilización de la edad final de la piedra, que se había instalado en el emplazamiento de Bouar hace 25 siglos.

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