Al noroeste de Bangui, en la carretera asfaltada que conduce a Bouar, se encuentran las famosas cataratas de Boali. Tras cruzar la presa hidroeléctrica que aporta la capital de la electricidad, el río Mbali brota de unos cincuenta metros de altura, en algunos sumergidos que se extienden por más de 250 m de ancho. Es espectacular y refrescante para un picnic dominical. En temporada seca se accede al abajo de las cataratas por una escalera de hormigón largo y largo. Abajo, la presión del agua ha cavado las pequeñas piscinas naturales en las que es posible moverse, si las gotetillas de ambiente -debidas al aplastamiento de las cataratas en las rocas- no te han regocijado lo suficiente. Es posible subir el río al bordearla. Unos cincuenta metros más arriba, un puente de mono suspendido por tres cables atraviesa las aguas caradoras del Mbali. Los locales lo llaman "puente de liana", pero ya no hay nada vegetal, sino algunas tablas de madera tambaleantes. Al otro lado de la orilla, caminamos en un paisaje de sabana arbolado, y el panorama es igualmente magnífico, con vistas directas a las cataratas, con vistas panorámicas al valle.

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