MUSEO DEL ÁRTICO Y LA ANTÁRTIDA
El Círculo Polar Ártico no está lejos, y este singular museo del Ártico y el Antártico, con su encanto anticuado, le convencerá compartiendo con usted la fascinación de los pioneros del hielo que salieron de San Petersburgo para conquistar la capa de hielo. Fundada en 1930, sus colecciones siguen los pasos de los simples pescadores de morsas que se aventuraban en los horizontes helados, luego en la estela de los primeros barcos polares, apenas más sofisticados, en los que se embarcaron los científicos atraídos por el Polo Norte. Verá el Gjoa de Amundsen o el Fram de Nansen, o los barcos rusos de Lomonossov o Rossanov. Para llegar a los polos, el hombre habrá intentado todo. Este museo nos lo demuestra con, por ejemplo, este curioso dispositivo de madera, metal y lona suspendido sobre la entrada, a bordo del cual Paninin tuvo la audacia de embarcarse en la aventura. Finalmente, el visitante aprenderá que el Polo Norte no es sólo una tierra de aventuras sino una inmensa región habitada por pueblos con culturas ricas en tradiciones; desde los Nenets hasta los Yakuts, desde los Tungus hasta los Chukchi, se familiarizará con el arte poco conocido de las poblaciones del Gran Norte Siberiano y con su entorno animal y vegetal. No es el museo más moderno de la ciudad, pero su entorno algo anticuado le da un toque de poesía. No se pierda el momento culminante del espectáculo: cada media hora, cuando el público es lo suficientemente grande, el empleado del museo encargado de cuidar las colecciones se levanta y apaga las luces. Después de un segundo de oscuridad, las luces aparecen en un nicho dedicado a este propósito: la aurora boreal. Hay poca información traducida al inglés, así que tienes que ir allí con los ojos y la mente bien abiertos para los que no hablan ruso, pero es una buena oportunidad para tomar la mano de tus hijos o tu pareja y volver a la infancia.
Otro hecho interesante se refiere a la ubicación del museo, en la antigua Iglesia de San Nicolás, que fue reconstruida en 1934-1936 y posteriormente convertida en museo. Aún hoy, sus techos curvos y columnas de granito todavía evocan sentimientos encontrados. Hay que decir que la Iglesia Ortodoxa Rusa no ha perdido la esperanza de recuperar el edificio (como ocurrió con la catedral de San Isaac); la última solicitud de restitución del edificio y de desalojo del museo fue rechazada en 2016. Por lo tanto, la batalla está ganada por el momento, pero ¿por cuánto tiempo?