LA CATEDRAL DE ST. ISAAC

Dominando la imponente silueta de la estatua ecuestre de Nicolás I, la Catedral de San Isaac es un tributo magistral e imperial a la gloria de Rusia. Es uno de los mayores monumentos del mundo, y su gigantesco tamaño es apenas superado por el de San Pablo en Londres y San Pedro en Roma, y, más recientemente, la basílica marfileña de Yamoussoukro. Su construcción, encomendada al francés Montferrand, fue objeto de una de las últimas grandes obras de San Petersburgo, movilizando una enorme cantidad de mano de obra y recursos. Tomó no menos de 40 años, de 1818 a 1858, para construir la catedral principal de San Petersburgo. Unas pocas cifras bastan para ilustrar un gigantismo en el que el desafío técnico compite con la estética. Cubierta con cien kilos de oro, la cúpula con su columnata se eleva a 102 m (8 m más baja que la de los Inválidos) y su diámetro de casi 22 m corona el grandioso edificio de piedra gris flanqueado por columnas libres de dimensiones impresionantes: algunas de ellas pesan hasta 14 toneladas y miden 17 m. Además, las 112 columnas del edificio son monolitos tallados en canteras de mármol. Es fácil entender las dificultades que se encuentran para elevar tales bloques de piedra a la cima del monumento. Pero esta es sólo la parte visible de la catedral: el mayor desafío fue poner los cimientos de este monumento que ocupa una hectárea del suelo esponjoso y suelto de San Petersburgo. El agua subterránea fue bombeada y luego el suelo se consolidó con un complicado sistema de pilotes de madera - ¡no menos de 17.762! Para los muros, los constructores extraerán enormes bloques de granito de las canteras de Finlandia, que serán transportados por barcaza a San Petersburgo. Una obra faraónica, en la que trabajarán más de 120.000 hombres, y que Pedro el Grande probablemente no habría desautorizado..

El interior de la catedral está a la altura: la riqueza de la decoración contrasta con la austera sobriedad de la fachada exterior, aunque obedece a la misma exigencia de gigantismo y exceso técnico. Bajo la cúpula decorada con un fresco pintado por Brullov y Bassin, se yuxtaponen frescos, mármoles policromos y otros materiales preciosos en una decoración colorida y solemne: columnas de malaquita verde, lapislázuli o pórfido sostienen el edificio con paredes cubiertas con unos 200 lienzos, mosaicos y frescos que representan santos. Por último, Saint-Isaac está adornado con un magnífico iconostasio, en cuya creación participaron una veintena de artistas. Con una capacidad de 10.000 fieles, la catedral, cuyo lujo y profusión de obras de arte eran más adecuados para un museo que para un lugar de culto, se transformó en un museo en 1930; de ahí a convertirla en un museo del laicismo, había sin embargo un margen, que los sumos sacerdotes de la cultura soviética no dudaron en cruzar. Los santos que adornaban los muros se convirtieron en los apóstoles de este templo de la secularidad, hasta que Gorbachov les abrió de nuevo el reino de los cielos, en esta catedral que ha recobrado su serenidad y combina sin ninguna fricción la vocación de un lugar de culto y un museo. Más cerca del cielo también, la columnata de 43 metros de altura ofrece una interesante vista panorámica de San Petersburgo. Se llega a ella por la escalera a la derecha de la entrada principal.