En el extremo de Cantabria, esto es Pechón. Con sus casas encajadas entre el mar y las montañas cuyos robles se acercan al océano de forma muy atrevida. Los ingresos del pueblo provienen de las algas (la ocla), que el mar deposita en la playa de Amió, entre octubre y junio. Frente a la costa, la isla Sarnosa alberga nidos de gaviotas y cormoranes entre sus escarpados acantilados. Este pueblo merece una parada de al menos una noche. Aunque sólo sea para tomarse el tiempo de pensar qué hacer a continuación en su viaje. Tienes dos opciones, dirigirte a Asturias y atacar la Costa Verde, o salir a atacar la cordillera de los Picos de Europa.

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