DAIHONZAN EIHEIJI

Daihonzan Eiheiji fue fundado en 1244 por Dōgen Zenji, un gran maestro Zen y fundador de la escuela Sōtō de budismo Zen en Japón. La construcción del templo fue financiada por Hatano Yoshishige. Apodado el "Templo de la Paz Eterna", Daihonzan Eiheiji está enclavado en el corazón de las montañas, a 10 km al este de la ciudad de Fukui. Se mezcla maravillosamente con la naturaleza circundante, creando una atmósfera notable en cualquier estación. En armonía con su entorno natural, el templo es un lugar privilegiado para las enseñanzas del budismo zen. Se ha convertido en uno de los dos templos principales de Sōtō. Dōgen Zenji se dedica a entrenar a sus seguidores en la práctica Zen en cada acción de la vida diaria. Aún hoy, más de cien monjes dedican sus vidas a esta práctica. Y es también este último punto el que hace que el templo sea único y fascinante. Durante su visita, se puede admirar el delicado ballet de estos numerosos monjes que caminan a pasos agigantados por los diferentes pasillos del complejo. Está prohibido tomar fotos de ellos, por supuesto. Eiheiji también consiste en más de 70 edificios de varios tamaños, todos anidados en las montañas. Durante una visita, se recomienda ver los siete edificios principales, que se llaman Shichido-garan. Estos siete lugares juegan un papel importante en la formación del Zen. Hatto es uno de ellos. Este gran edificio, construido en 1843 en la parte superior, es el lugar donde los monjes se reúnen para su servicio. El sodo es el lugar donde los monjes practican la meditación Zen, comen y duermen. Está estrictamente prohibido hablar allí. El espacio asignado a cada persona es bastante irrisorio desde un punto de vista externo: medio tatami para estar despierto, un tatami para dormir. Los otros cinco edificios son el sanmon (la puerta), el daiku-in (la cocina), el yokushitsu (los baños), el tosu (los aseos) y el más bello e impresionante de todos ellos, el butsuden. Hay tres estatuas que representan las tres generaciones de Buda (Buda, Maitreya y Amida), que ilustran el presente, el futuro y el pasado. Dentro de estos muros se siente una cierta emoción espiritual, un sentimiento exacerbado por la belleza de la naturaleza circundante. Daihonzan Eiheiji está así rodeado de suntuosos cedros centenarios, arces japoneses y el siempre presente musgo. El escenario es fabuloso y la mejor época para visitar el templo es definitivamente el otoño. La naturaleza se adorna en sus más bellas galas con su sublime paleta de colores cálidos. Entonces, ciertamente, el lugar está lejos de ser tranquilo, como debería ser. Muchos turistas acuden a descubrir estos lugares, llenos de misterio. Para vivir un momento de paz dentro del templo, se recomienda encarecidamente pasar una noche en el Hakujukan, a poca distancia de la entrada del Daihonzan Eiheiji, y así participar en el servicio de la mañana. Asistir a este servicio, honrado por un centenar de monjes, es una experiencia única. Puedes seguir la ceremonia gracias a los sutras transcritos en nuestro alfabeto. Temprano en la mañana, el lugar se baña en una calma olímpica y la atmósfera del amanecer, que despierta gradualmente la naturaleza circundante, es mágica e indescriptible. La atmósfera es un contraste radical con la atmósfera de todo el día. Las tiendas de recuerdos también se alinean en la pequeña calle frente al templo. Algunos de ellos venden suministros budistas.