Teóricamente de fácil acceso desde la construcción de la cresta norte-sur, que recorre el embalse de Sarsank, el monasterio de Gandzasar y, más al norte, el de Dadivank (que pasó a estar bajo control azerí en 2020), son las joyas de la arquitectura religiosa medieval de Artsaj. Incrustadas en magníficas montañas boscosas, dominadas por el monte Mrav (3.700 m), merecen una estancia, que es posible gracias a dos insólitos hoteles en el pueblo vecino de Vank, una locura de un multimillonario y benefactor armenio-ruso local. Mientras que el monasterio de Gandzassar sigue bajo la jurisdicción de las autoridades de Artsaj y de la diócesis de Artsaj, no puede decirse lo mismo del monasterio de Dadivank, que la guerra de otoño de 2020 volvió a poner bajo la autoridad de Azerbaiyán. Situado en el lado equivocado de la frontera occidental de Nagorno-Karabaj propiamente dicha, Dadivank pertenece al distrito de Kelbadjar (entre Armenia y Nagorno-Karabaj), que los armenios tuvieron que devolver a Azerbaiyán junto con los otros seis distritos azeríes que controlaban desde 1994, en virtud del acuerdo de alto el fuego que firmaron con los azeríes el 9 de noviembre de 2020 Los armenios se despiden de este monasterio medieval, tanto más querido por ellos cuanto que fue fundado sobre la tumba del apóstol Tadeo, que habían restaurado cuidadosamente, y cuyo sacerdote encargado del lugar de culto tuvo que entregar las llaves a los rusos, responsables de su protección. Por su parte, las autoridades de Bakú entregaron las llaves del monasterio a un clérigo cristiano debidamente elegido, miembro de la minoría uti de Azerbaiyán. Los varios miles de miembros de esta minoría de habla caucásica (no turca) se presentan en la novela nacional azerbaiyana en curso como descendientes de la Albania (Aghovania) del Cáucaso, un principado cuyo territorio se extendía por Artsaj y buena parte de Azerbaiyán hasta el siglo VI; albania se integró entonces en la realeza y la iglesia armenias y era una provincia cuando las tribus turcas de Asia Central, de las que descienden los azeríes de habla turca, arrasaron la región en el siglo XI. Declarados antepasados de los azeríes, los uti son así designados por los historiadores de Bakú como el eslabón perdido que permitiría a Azerbaiyán reivindicar el derecho de primer ocupante en Karabagh, donde los armenios, presentados como usurpadores del patrimonio de la Albania caucásica, no tendrían su lugar. Cuando no están destruyendo el patrimonio armenio cristiano bajo su control, los azeríes lo someten a un proceso de desarme, sustituyéndolo, como en Dadivank, por una supuesta identidad albanesa u otomana.

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Monastère de Gandzasar. Lukasz Z - Fotolia
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