La ciudad fue fundada por el rey Pirro (318-272 a. C.), que la bautiza en nombre de su primera esposa, Antígona. Una estatua ecuestre del rey se levantó en el corazón de la ciudad. Tenía un trazado uniforme, típico de las ciudades griegas con una acrópolis, un ágora, templos y una muralla. Los habitantes vivían de la agricultura y del comercio con otras ciudades griegas, como lo demuestran las numerosas piezas de diferentes orígenes (Epiro, Corinto, Macedonia, Apolonia…) encontradas en el lugar. Situada en la zona de conflicto entre romanos y macedonios, la ciudad fue destruida por los primeros, alrededor del año 167 a. C., bajo las órdenes del cónsul Pablo Emilio. Habrá que esperar 700 años antes de que se levante una nueva edificación en su ubicación: una pequeña capilla que domina los alrededores. La ciudad se redescubrió en 1913, pero las excavaciones principales fueron realizadas por un arqueólogo albanés en la década de 1970. Las ruinas que se pueden ver hoy (paredes, contornos de casas, mosaicos) son de un interés modesto y requieren la presencia de un guía competente. Recomendamos esta visita, sobre todo a los apasionados de la arqueología. No obstante, conviene saber que el lugar debería ser objeto de un programa de acondicionamiento destinado a hacerla más accesible e interesante para los turistas.

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