Guía de viaje Bissao

Enclavada en el estuario del río Geba, equidistante de las fronteras norte y sur del país, Bissau es una capital agradable y festiva a escala humana, rodeada de arrozales. Tanto si se llega de Conakry como, a fortiori, de Dakar, se percibe una sensación de ralentización, de calma, unida a un caleidoscopio de colores para la vista: el azul celeste de sus enjambres de taxis con tejados pintados de blanco, el rosa pastel, el amarillo o el ocre de las fachadas del centro de la ciudad. La capital es horizontal, una ciudad de continuidad: casas unifamiliares sin edificios colindantes, con tejados a cuatro aguas, cada una con un jardín y un porche, normalmente protegidos. También tiene sus audacias: cubos o villas con paredes curvas y tejados planos. La herencia arquitectónica portuguesa, que constituye la casi totalidad de los edificios del centro de la ciudad, la convierte en la más mediterránea de las capitales de África Occidental. Una herencia que también está bastante decrépita, como si los modestos chalets fueran ropajes demasiado grandes y caros de mantener, y nos recuerda que la ciudad ha vivido la guerra civil y una inestabilidad crónica, coqueteando con numerosos golpes de Estado que a menudo trastocan su historia y le impiden tener una política estable. Bissau es también una ciudad portuaria, y su puerto tiene una importancia particular en la historia del país y de su liberación: fue aquí, en el puerto de Pidjiguiti, donde cincuenta estibadores que se manifestaban en 1956 por un aumento de sueldo fueron masacrados, donde se inició la onda expansiva que llevó a Amílcar Cabral y a los miembros de su partido a la clandestinidad. Quince años y varias derrotas después, fue la dictadura de Lisboa la que pagó el precio y fue depuesta por un grupo de oficiales que regresaban de Guinea... Pero hoy Bissau es una ciudad que quiere pasar página y busca un futuro; su acontecimiento más hermoso no es una conmemoración, sino una celebración: "O Carnaval anual de Bissau".. En este colorido carnaval, todas las etnias del país salen a bailar y desfilar, con el cuerpo aceitado o embadurnado de barro, la cara enmascarada o maquillada, en una fiesta de cuatro días que demuestra lo joven y alegre que es Bissau, que se merece algo mejor que ser escenario de golpes de Estado, y que no le costaría mucho a esta pequeña capital olvidada dar lecciones de savoir-vivre y belleza desenfadada a Dakar o Conakry.