A medio camino entre Tegucigalpa y San Pedro Sula, en un paisaje de pinos refrescantes, esta gran aldea (alrededor de 70.000 habitantes) a 1.100 m de altitud goza de uno de los mejores climas del país y ofrece una agradable contraste con los azulejos húmedos de las tierras bajas. Por supuesto, la industria forestal está bien desarrollada (la Escuela de Flichus es famosa en Centroamérica). El centro no ha conservado un verdadero interés colonial, a pesar de un patrimonio histórico bastante rico (la ciudad fue fundada como un centro religioso por los españoles en 1689), y el viajero optará por quedarse allí durante un tiempo más para las numerosas posibilidades de senderismo o de excursiones de montaña. El ecoturismo podría convertirse en un activo en los próximos años, si los operadores tomaran la molestia de estudiar las distintas posibilidades.La ubicación de Siguatepeque, a dos horas de las dos ciudades más grandes del país, ha favorecido la aparición de numerosos restaurantes en el borde de la carretera, muy populares entre camioneros, comerciales o hondureños en tránsito.Muchos habitantes de la ciudad garantizan que su nombre significa "ciudad de las bellas mujeres" en nahuátl; el mestizaje entre los indígenas y los inmigrantes mexicanos que vienen a la época precolombina es bastante exitoso.

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