A la espera de la autopista de pago que las autoridades mauritanas tienen previsto construir, se llega a Boutilimit, una ciudad de unas 30.000 almas situada en el acuífero de Trarza, por la Route de l'Espoir. La ciudad, cuya población se ha multiplicado por diez desde la independencia del país y que toma su nombre de una hierba, el tîlîmît, ha ido mordisqueando hectáreas de desierto desde su núcleo inicial, formado por unos tikit, un pozo y la casa del jeque Sidiya El Kebir, que fundó la ciudad hacia 1826. Miembro eminente de la cofradía Qadiriyya, este último, que legó a la posteridad los numerosos y valiosos manuscritos de su biblioteca, fue un erudito que contribuyó a la influencia cultural y política de Boutilimit. Dominada por los restos del fuerte, reminiscencia de la época colonial, la ciudad debe su reputación a las personalidades que se formaron en su madrasa y en su instituto de élite. Estas escuelas, inauguradas respectivamente en 1914 y 1956, no se construyeron aquí por casualidad: consagraron la alianza sellada en los albores del siglo XX entre los descendientes del jeque Sidiya y la administración francesa, deseosa de "pacificar" el país. Entre los antiguos alumnos, destaca la presencia de un nativo de Boutilimit, Moktar Ould Daddah, Presidente de la República de 1961 a 1978. Hoy en día, la comuna, donde se puede comprar artesanía como alfombras de lana, permite repostar combustible y alimentos antes de (re)tomar la carretera nacional hacia Aleg (110 km) o Nuakchot (155 km).

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