Hoy en día es difícil imaginar que Thanlyin fuera un paso obligatorio en la Baja Birmania para el comercio marítimo. Se cuenta que, desembarcado como simple grumete en la corte del rey Razagyi de Arakan, al joven portugués Felipe de Brito se le confió la administración del puerto de Thanlyin. Rápidamente construyó un verdadero reino allí. Con la ayuda de su ejército, asedió a Bago y se proclamó a sí mismo: ¡soberano de la Baja Birmania! Incluso trató de apoderarse de la campana de la pagoda de Yangon para hacer cañones de bronce. Pero la campana se hundió con el barco que intentó tomarla. Su reino fue entonces atacado por los budistas, y pronto fue condenado a muerte. En 1756, Alaungpaya accedió al trono. Este último ordenó que se quemara la ciudad, dando prioridad al desarrollo de una ciudad recién construida no muy lejana: Yangón, que nació así de las cenizas de su vecino Thanlyin.

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