Para llegar a Bankoualé desde la N11 se necesita un buen vehículo todoterreno y un conductor experimentado. Una vez que se cumplen estas condiciones, el viaje va muy bien. La pista rocosa sigue el relieve. El paisaje es realmente hermoso, bastante verde y curiosamente iluminado por acacias de corteza amarilla como el azufre. Atravesamos dos pequeños grupos de viviendas tradicionales: Am'isso y Ardo. El primero está construido en la ladera de la montaña. La segunda, conocida por su artesanía de cestería, está situada en un desfiladero y alberga la escuela a la que acuden los niños de los pueblos de los alrededores. Por la mañana y por la tarde, los vemos caminar por el sendero, felices de subir a una camioneta cuando pasa. Seguimos el curso seco de un ued donde un discreto pero inteligente sistema de riego ha permitido la creación de pequeños huertos de pueblo en terrazas, verdaderos oasis donde crecen plátanos, papayas, pimientos, hortalizas... El pueblo de Bankoualé no es más grande que sus dos vecinos. La electricidad no llega allí. Tampoco hay red telefónica, o muy poca. Los aldeanos se llaman entre sí de cabaña en cabaña, ayudados por el eco. Las llamadas a la oración de la pequeña mezquita puntúan los días. Las luces del atardecer aportan un toque ocre a esta decoración mineral salpicada de verde. El ambiente es único y todo aquí invita a volver a centrarse en lo esencial. Te quedas dormido y te despiertas con los sonidos del pueblo en la distancia y los animales de los alrededores. Un sitio excepcional y un ambiente que no deja indiferente.

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Hébergement traditionnel à Bankoualé. Sophie ROCHERIEUX
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