BASILICA DI SANTA CHIARA

El monasterio franciscano fue construido en 1310 por orden del rey Roberto de Anjou y su muy devota esposa Sancia de Mallorca. El complejo religioso se componía entonces de la basílica de Santa Chiara y de dos conventos, el de las clarisas y el de los frailes menores franciscanos.

La basílica. Construida en 1310 en estilo gótico por Gagliardo Primario, la basílica se convirtió en el panteón de la Casa de Anjou en Nápoles; todavía se pueden admirar en ella varios monumentos funerarios del siglo XIV. En el siglo XVIII fue profundamente remodelado bajo la dirección del arquitecto Domenico Vaccaro, que le dio un rostro barroco acorde con los gustos de la época. Destruida por los bombardeos del 4 de agosto de 1943, la basílica fue reconstruida bajo la dirección de Mario Zampino, respetando el estilo gótico original. Destaca la maciza y sobria fachada, decorada con un rosetón y precedida por un pronaos de tres arcos apuntados. En el interior, la nave es alta y vasta, con una nave desnuda flanqueada por diez capillas laterales a cada lado. Numerosos monumentos funerarios tallados, entre los que destacan las tumbas reales de la parte posterior del edificio. En el centro, el monumento funerario de Roberto de Anjou, obra de los hermanos Bertini, escultores florentinos. Hoy fragmentada, era la tumba más imponente de toda la península en la Edad Media. A la izquierda, la tumba de María Durazzo y, a la derecha, dos monumentos funerarios del escultor sienés Tino di Camaino: la tumba de Carlos, duque de Calabria, y la de su esposa María de Valois. En la contrafachada y en la entrada del presbiterio hay algunos restos de frescos del siglo XIV, que muestran la influencia de Giotto en los pintores napolitanos. En la parte posterior del presbiterio, el coro de las clarisas (lamentablemente no abierto al público) conserva fragmentos de frescos atribuidos al propio Giotto; de hecho, fue llamado en 1326 para decorar las paredes del edificio.

El complejo religioso. La entrada se encuentra en la parte trasera de la basílica, en la calle Santa Chiara. Primero se llega al magnífico claustro de las Clarisas. Los callejones de su jardín están flanqueados por bancos y pilares octogonales enteramente cubiertos de mayólica del siglo XVIII (¡30.000 azulejos!). La armonía de los tonos amarillos, verdes y azules pretendía coincidir con los colores del entorno: el amarillo de los limones, el verde de las glicinas, el azul del cielo. Mientras que los pilares llevan motivos vegetales, los respaldos de los bancos están ilustrados con alegres escenas de la vida cotidiana: trabajos en el huerto, escenas de la vida en el campo, el mar, fiestas con bailes y figuras enmascaradas (atención: ¡está prohibido sentarse en ellos!), temas profanos que debían recordar a las hermanas de clausura la vida fuera del convento. Sólo en una escena aparece una monja: está ocupada dando de comer a los gatos del claustro. En cuanto al deambulatorio, está enteramente cubierto de frescos del siglo XVII que representan historias franciscanas. El Museo dell'Opera di Santa Chiara está en la parte trasera del claustro. Recorre la vida y la historia del monasterio, así como la de Nápoles durante la dominación angevina. Hay muchas esculturas del siglo XIV, incluyendo fragmentos de tumbas, un púlpito y un largo friso en bajorrelieve que adornaba la basílica y que sobrevivió al bombardeo de 1943. Desde el museo también se puede acceder a la zona arqueológica con los restos de un edificio termal romano del siglo I d.C.