Tras el paso del paso de Naïzatash a 4.137 m, que parece casi sencillo, la carretera se desarrolla como una cinta a través de la meseta desértica barrida por los vientos. Las montañas no parecen tan altas, pero sus cumbres superan ampliamente los 5.000 m. Los vientos a veces muy violentos forman "girbod", unos torbelos tan poderosos que pueden, según se dice, levantar un hombre de tierra. Pero los paisajes asombrosos justifican bastante que se trate un poco los elementos…Alichur quiere decir el "desierto de Ali". Este alto valle, donde fluye el río Alichur, es bastante verde, aunque poco habitado. Se dice que antes los árboles crecen y que una gran ciudad florece. Las excavaciones realizadas en los años setenta por el arqueólogo soviético Mira Boubnova confirmaron esa creencia popular y pusieron al día una ciudad medieval: Bazar-Dara. La ciudad, que experimentó su apogeo en el siglo XI, vivía en la explotación de sus minas de plata y debía ser el centro administrativo y comercial de la región. Mantuvo relaciones comerciales con las ciudades del valle de Ferghana y probablemente debía ser vassal de los señores karakhanides. Aunque se construyó a más de 4.000 m, la ciudad era próspera, poseía numerosas casas, caravanseros, baños, un templo dedicado al culto del fuego. En cuanto al templo, Mira Boubnova destaca que su arquitectura implica un ritual religioso que se aproxima a los cañones zoroastrianos iraníes y difiere de los demás templos del fuego del Pamir.Una leyenda dice cómo durar esta ciudad zoroastriana: un misionero musulmán de Ali, en camino a través de las tierras de los no creyentes, se detiene en la ciudad de Bazar-Dara. Los habitantes se negaron a prepararle un plato de carne y lo cazaron. El santo hombre dejó la ciudad, en el frío y la soledad. No sabía cómo cocinar su carne ni cómo calentarse, y pria. Alá no fue insensible a sus oraciones y vendió al misionero. Al dormir, el sol ilumina el cielo, el fuego caliente calienta el aire congelado y permitió al santo hombre comer caliente, mientras quemaba la ciudad de los infieles. Un fin que recuerda a la de Penjikent y a muchas otras ciudades de Asia Central, donde los discípulos de Zoroanni o Buda que no querían someterse al Islam despedir a sus hogares bajo las cenizas. Posteriormente, la región fue mantenida por las guarniciones afganas en alternancia con los nómadas kirguís. Era un campo de base ideal para salir de los pueblos del valle de Bartang y del Gount.

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